(Dibujo de Jesús María Navas)
(Espera a que cargue imagen de fondo)
Réquiem
por la muerte de la poesía en el siglo XX (última actualización: 25-05-2017)
¿ Qué es poesía ? |
A esta
pregunta, Bécquer habría contestado, hablando con la mujer de sus sueños: |
|
¿Qué
es poesía? dices mientras clavas |
en
mi pupila tu pupila azul. |
¿Qué
es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? |
Poesía.......
eres tú. |
|
La virtud del
poeta es reunir en las pocas palabras de cuatro versos un mundo entero. Decir
de la poesía que es una mujer es decir todo un mundo de sugerencias, de
misterios, de ternuras, de armonías, de música. La mujer es la música de la
naturaleza. Por eso, porque la poesía es mujer, por eso justamente es música.
¿Qué es la poesía, sino la música del pensamiento? Esta verdad tan evidente y
tan consagrada a lo largo de la historia acaba de ser guillotinada, como casi
todo lo que es arte, en el pasado
siglo XX. De metáfora en metáfora, amigo lector, te he traído a la definición
perfecta: |
“Poesía
es la música del pensamiento” Y de esto se
deduce una verdad palmaria: si la poesía es la música del pensamiento,
resulta obvio que será más poesía cuanto más pensamiento y más música
encierre; y también resulta obvio que en el extremo opuesto habrá un mínimo
de musicalidad, por debajo del cual, aunque el pensamiento siga siendo el
mismo, el verso pasa a ser pura prosa. Ese mínimo de ritmo musical es el que
hoy se ha puesto de moda no respetar. De este modo, se escriba lo que se
escriba, aunque sea el pensamiento más brillante imaginable, no dejará de ser
perfecto como prosa, pero no será poesía; y de la misma forma, por mucho
ritmo musical que se le dé a lo escrito, si es manido y simplón como texto,
lo que resulte será una pobre aleluya, no poesía. Por esto último
es preciso dejar bien claro el concepto de lo que es el “ritmo” en poesía. No
confundamos la música poética con la simple música verbal. Unos versos bien
medidos y rimados tienen, sin duda, musicalidad..... pero también puede ser
que resulten vacíos, vulgares, inaceptables ni siquiera como simple
literatura. Esta es una regla de oro en la que todos estamos de acuerdo: no
sólo la musicalidad eleva un pensamiento a la categoría de poesía. Sin duda.
Pero lo
contrario también es igual de cierto y constituye la segunda regla de oro,
aunque todos la olviden hoy: una idea sublime puede ser una obra maestra en
cuanto literatura, pero si no encierra ritmo no es poesía, es prosa, por
mucho que se empeñe el autor en escribir ese texto en pedacitos verticales.
Esto de distinguir una cosa de la otra sólo por la forma de vestirlo en la
cuartilla, como ahora hacen, es tan simple como distinguir un bebé de un
cachorro solamente por el envoltorio, si viste pañales o no. |
|
Desde hace ya
un siglo y de la mano de Juan Ramón Jiménez, este cáncer ha venido royendo el
alma de la poesía hasta derrumbarla. Ya nadie lee poesía porque la confusión
se ha instalado en ella, como en casi todos los ámbitos de la cultura. Nadie
lee, pero los poetas, en cambio, se cuentan por cientos, por miles, por
miríadas. Cualquiera es “poeta” hoy. El motivo, tanto de lo uno como de lo
otro (de que nadie lee, pero hay mucho poeta), se debe a que da igual lo que
se escriba, bueno o malo, basta con cortarlo en trocitos, a la buena de Dios,
y escribir unos debajo de otros para asegurar que eso es un “poema”. Esta es
la espúrea razón por la que hoy todo vecino es poeta, pero ningún vecino lee
poesía. |
|
Si, en el
párrafo anterior, la cita de Juan Ramón como “cabecilla” de este desaguisado te
ha parecido sacrílega, vuelve a leer Platero y luego cualquiera de sus
“poemas”. Enseguida comprobarás que el inmenso escritor que hay en lo primero
desaparece en lo segundo, por mucho que el papanatismo se apresure en
ocultarlo. |
|
Para apoyar
cuanto digo, a propósito de la confusión que se ha instalado en torno al
concepto poesía, a continuación transcribo el comienzo de una “obra” de un
“poeta” conocidísimo. Te pido que la leas primero y luego hablamos. |
|
“Cuando nací, pobreza, me seguiste, me
mirabas a través de las tablas podridas por el profundo invierno. De pronto
eran tus ojos los que miraban desde los agujeros. Las goteras, de noche,
repetían tu nombre y tu apellido, o a voces el salto quebrado, el traje roto,
los zapatos abiertos, me advertían. Allí estaban acechándome tus dientes de
carcoma, tus ojos de pantano, tu lengua gris que corta la ropa, la madera,
los huesos y la sangre.....” |
|
Probablemente
no lo hayas reconocido (ni falta que hace). Como literatura es tan rebuscado y
retórico este escrito que lo más afortunado es no haberlo leído nunca. Pero
si el autor hubiera tenido la honestidad de presentarlo bajo la forma en que
yo lo he hecho ahora, podríamos, al menos, decir que es un texto en prosa.
Pero no. En esta caótica babel en que han convertido a la poesía, el autor,
Pablo Neruda, destroza su prosa en pedacitos y la presenta en vertical, como
una escalera, porque ése debe ser, al parecer, el único sacramento necesario
para cristianar a la criatura en el ámbito de la poesía. Del experimento
resulta este “poema” (según Neruda): |
|
Oda a la pobreza (Pablo Neruda) |
|
Cuando nací, |
pobreza, |
me seguiste, |
me mirabas |
a través |
de las tablas podridas |
por el profundo invierno. |
De pronto |
eran tus ojos |
los que miraban desde los agujeros. |
Las goteras, |
de noche, |
repetían |
tu nombre y tu apellido |
o a voces |
el salto quebrado, |
el traje roto, |
los zapatos abiertos |
.......... |
|
¿Has leído cosa
más tonta en tu vida, más ausente de originalidad, más deslavazada y pueril?
Y para remate, la insistente manía de partir el discurso por donde le da la
gana, sin ningún fundamento, y colocar los pedacitos unos encima de otros.
¿Por qué? Ni Neruda ni nadie puede justificar tal estupidez. |
|
Amigo lector,
me gustaría que compartieras y te quedases con esta idea clara, a pesar de
proscrita hoy: prosa y poesía no se diferencian por la exquisitez de la idea expresada.
Si una misma idea puede ser expresada bajo cualquiera de las dos formas,
queda claro que la diferencia no está en lo expresado, que sigue siendo lo
mismo, sino en la forma de expresarlo, conforme a esta regla: si el texto
tiene ritmo es poesía, y si no lo tiene es prosa. No existe ninguna otra
diferencia entre las dos: ni la belleza de la idea, ni el tono de intimidad,
ni menos aún la forma vertical de escribirlo en la cuartilla; no existe más
diferencia entre prosa y poesía que la cadencia, la musicalidad. |
|
Pero esto del
“ritmo” plantea, como antes decía, una segunda cuestión: el común de la
gente, e incluso parte de los propios poetas, entienden por ritmo solamente
la rima y la métrica. No es así, es algo más profundo. El ritmo, en cualquier
medio expresivo, está determinado por una cosa muy simple, la repetición.
En poesía, la repetición de partes fonéticamente iguales en extensión
(métrica) y en terminación (rima) le otorgan al texto ritmo, pero ése es un
ritmo puramente externo, puramente sonoro, el ritmo de las palabras. Además
de éste, hay otro ritmo más interesante: la repetición en las ideas y en la
exposición de dichas ideas; más interesante porque constituye un ritmo
interno, más auténtico y profundo, puesto que es ritmo en el propio
pensamiento, ritmo conceptual. Sin duda se comprenderá mejor con un ejemplo: |
|
Azucena. |
..... ¡Tu nombre! |
Susurro entre sombras. |
Palabra incierta. |
Tu
nombre, Azucena, |
tu
nombre, |
grito desesperado |
entre el horizonte y la arena. |
|
Azucena. |
..... ¡Tu nombre! |
Destello entre sombras. |
Levedad incierta. |
Tu nombre, Azucena, |
tu nombre, |
tan innombrable, |
tu nombre escrito en la arena. |
|
En estas dos
estrofas no hay métrica ninguna, aunque sí es cierto que aparece una leve y
parcial rima dentro de cada una. Pero no es eso lo que otorga armonía y ritmo
al conjunto, sino la repetición insistente, tanto de ideas como de palabras,
tanta insistencia que llega incluso a producir rima de una estrofa con la
otra. |
|
* * * |
|
¿ Qué es perfección en poesía ? |
|
Parece
inevitable que quien se enfrenta a una cuartilla para escribir algo, se
esfuerce inmediatamente en rebuscar palabras pomposas y ensamblarlas de modo
artificioso. El resultado es retórico, barroco, manido. La perfección en
poesía es exactamente la misma que en cualquiera de las demás formas
literarias: concisión, claridad, economía de palabras y abundancia de ideas.
Es ya legendaria la afirmación de que escritura perfecta es la que se limita
a la recta ligazón entre sujeto, verbo y predicado; y, si puede ser, nada
más. La perfección consiste en desnudar la idea, descarnarla para que diga lo
que quiere decir con las menos palabras
posibles. Para decir que: |
|
“....
La luz agonizaba en los muros, atardecía....” |
|
Lo cual es una
descripción perfecta de la conjunción de los conceptos “luz” y “atardecer”,
no hace falta caer en la tentación, en cierto grado retórica, de escribir: |
|
“....
La luz era ya tenue, mortecina, se dejaba caer en brazos de los grises muros
agonizando, porque el día andaba ya escondiéndose en el horizonte....” |
|
Es cierto que también
esta última forma de expresar lo que ve el autor, forma llena de detalles y
de impresiones, también es una forma aceptable de escribir...... pero siempre
que constituya la excepción, que no se prodigue. Si se construye así un libro
entero el hartazgo está garantizado. |
Sin embargo, lo
que la gente suele entender por perfección en poesía no es nada de lo que
llevo escrito desde el principio de este breve trabajo hasta aquí; lo que la
gente suele entender, en cuanto escucha el término “perfección”, es el
de aquellas composiciones poéticas que se ajustan
estrictamente a las formas establecidas por los clásicos de la literatura,
tanto en lo que se refiere a los versos (medida, rima), como a las estrofas
(pareados, tercetos, cuartetas.....), como a las composiciones (romances,
sonetos.....), y esto no es cierto en absoluto, esto es de una pobreza
desoladora. La poesía, como ya dije,
es ritmo, es la música del pensamiento, y tipos de músicas hechas con ideas
existen muchas más que las pocas albergadas en las cabezas de los ilustres
del Siglo de Oro. Si haciendo música con tus ideas te sale algo cuyas
estrofas no encajan en ningunas de las descritas en los libros, feliz tú,
porque acabas de ser doblemente creador. No saber
escribir poesía si no es ajustándose a las modas literarias de tiempos
pasados, revela una indiscutible precariedad en el autor. Por muy excelso que
sea un poeta, si jamás ha sabido salirse de los romances y de los sonetos
(por poner un ejemplo bastante usual) es preciso censurarle con una bajada de
puntos en el ranking de la celebridad, porque la poesía, como toda forma
literaria, es, ante todo y por encima de todo, creatividad. En lo que a mí
se refiere, tengo escritos muchos de esos poemas sujetos a los tipos
clásicos; pero, a veces y sin proponérmelo, han surgido de mi pluma
composiciones que nada tenían que ver con esos moldes descritos en los libros
de literatura, y esto siempre me ha causado mayor placer que la calidad
intrínseca del propio poema. Si algo me hechizó, desde niño, en la obra de
Bécquer fue precisamente esa libertad de composición tan volandera como sus
célebres golondrinas del balcón. |
He buscado unos
pocos poemas que puedan cumplir este papel de paradigmas de perfección
poética. En ellos no sobra nada. Cada verso es una frase inteligible,
concisa, redonda, repleta de significado, que llama al siguiente verso con la
misma naturalidad que una nota llama a la siguiente en nuestro oído. Y he
elegido los siguientes poemas, todos ellos conocidísimos: |
|
|
Coplas a la muerte de su padre (fragmento
de Jorge Manrique) |
|
|
Recuerde
el alma dormida, |
avive
el seso y despierte |
contemplando |
cómo
se pasa la vida, |
cómo
se viene la muerte |
tan
callando; |
cuán
presto se va el placer, |
cómo,
después de acordado, |
da
dolor; |
cómo,
a nuestro parescer, |
cualquiera tiempo pasado |
fue mejor. |
.................. |
|
|
|
|
Soneto anónimo |
|
No
me mueve, mi Dios, para quererte |
el
cielo que me tienes prometido, |
ni
me mueve el infierno tan temido |
para
dejar por eso de ofenderte. |
|
Tú
me mueves, Señor, muéveme el verte |
clavado
en una cruz y escarnecido, |
muéveme
ver tu cuerpo tan herido, |
muévenme
tus afrentas y tu muerte. |
|
Muéveme,
en fin, tu amor y en tal manera, |
que
aunque no hubiera cielo, yo te amara, |
y
aunque no hubiera infierno, te temiera. |
|
No
me tienes que me dar porque te quiera, |
pues,
aunque lo que espero no esperara, |
lo mismo
que te quiero te quisiera. |
|
|
|
|
Cerraron sus ojos |
(fragmento de
Bécquer) |
|
Cerraron sus
ojos |
que aún tenía
abiertos; |
taparon su cara |
con un blanco
lienzo, |
y unos
sollozando, |
otros en
silencio, |
de la triste alcoba |
todos se
salieron. |
|
La luz, que en
un vaso |
ardía en el
suelo, |
al muro
arrojaba |
la sombra del
lecho; |
y entre aquella
sombra |
veíase a
intérvalos |
dibujarse
rígida |
la forma del
cuerpo. |
|
Despertaba el
día, |
y a su albor
primero, |
con sus mil
ruidos |
despertaba el
pueblo. |
Ante aquel
contraste |
de vida y
misterio, |
de luz y
tinieblas, |
medité un
momento: |
¡Dios mío, qué
solos |
se quedan los
muertos! |
|
De la casa en
hombros |
lleváronla al
templo |
y en una
capilla |
dejaron el
féretro. |
Allí rodearon |
sus pálidos
restos |
de amarillas
velas |
y de paños
negros. |
|
Al dar de las
ánimas |
el toque
postrero, |
acabó una vieja |
sus
últimos rezos; |
cruzó
la ancha nave, |
las
puertas gimieron, |
y
el santo recinto |
quedose
desierto. |
|
De
un reloj se oía |
compasado el péndulo, |
y de algunos
cirios |
el
chisporroteo. |
Tan medroso y
triste, |
tan oscuro y
yerto |
todo se
encontraba |
que pensé un
momento: |
¡Dios mío, qué
solos |
se quedan los
muertos! |
................... |
|
|
|
|
Voy soñando caminos (A. Machado) |
|
¡Yo
voy soñando caminos |
de
la tarde! ¡Las colinas |
doradas,
los verdes pinos, |
las
polvorientas encinas.... ¡ |
¿A dónde
el camino irá? |
|
Yo
voy cantando, viajero, |
a
lo largo del sendero.... |
-¡La
tarde cayendo está!- |
“En
el corazón tenía |
la
espina de una pasión; |
logré
arrancársela un día, |
ya
no siento el corazón” |
|
Y
todo el campo un momento |
se
queda mudo y sombrío, |
meditando.
Suena el viento |
en
los álamos del río. |
La
tarde más se oscurece, |
y
el camino que serpea |
y
débilmente blanquea, |
se
enturbia y desaparece. |
|
Mi
cantar vuelve a plañir |
“Aguda
espina dorada |
¡quién
te pudiera sentir |
en
el corazón clavada!” |
|
|
|
|
El ciprés de Silos (Gerardo Diego)
|
|
Enhiesto surtidor de sombra y sueño |
que
acongojas el cielo con tu lanza. |
Chorro que a las estrellas casi alcanza |
devanado a sí mismo en loco empeño. |
|
Mástil
de soledad, prodigio isleño; |
flecha
de fe, saeta de esperanza. |
Hoy
llegó a ti, riberas del Arlanza, |
peregrina al azar, mi alma sin dueño. |
|
Cuando
te vi, señero, dulce, firme, |
qué
ansiedades sentí de diluirme |
y
ascender como tú, vuelto en cristales, |
como
tú, negra torre de arduos filos, |
ejemplo de
delirios verticales, |
mudo ciprés en
el fervor de Silos. |
|
|
|
|
Sierra de Pancorbo (R. Alberti)
|
|
Ya no sé, mi
dulce amiga, |
mi amante, mi
dulce amante, |
ni cuáles son
las encinas, |
ni cuales son
ya los chopos, |
ni cuales son
los nogales, |
que el viento
se ha vuelto loco |
juntando todas
las hojas, |
tirando todos
los árboles. |
|
|
|
|
Soneto (Miguel Hernández)
|
|
Tengo estos
huesos hechos a las penas |
y a las
cavilaciones estas sienes; |
pena que vas,
cavilación que vienes |
como el mar de
la playa a las arenas. |
|
Como el mar de
la playa a las arenas, |
voy en este naufragio
de vaivenes, |
por una noche
oscura de sartenes |
redondas,
pobres, tristes y morenas. |
|
Nadie me
salvará de este naufragio |
si no es tu
amor la tabla que procuro, |
si no es tu
amor el norte que pretendo. |
|
Eludiendo por eso
el mal presagio |
de que ni en ti
siquiera habré seguro, |
voy entre pena
y pena sonriendo. |
|
|
Quizás estés pensando que también a
estos señores se les escurrió la pluma a veces y dejaron verdaderos manchones. Por supuesto,
como a todos los que escribimos. De lo que se trata es de que, en las
afortunadas ocasiones en las que se llega, por fin, a dar el “do”, sea “do”
de pecho, no de hígado. A los grandes poetas se los conoce por lo que
escribieron bien algunas veces. A los malos poetas, por todo lo que
escribieron tan mal a lo largo de su vida entera. A mí, por supuesto, ni me
gusta la obra de Gerardo Diego (¿has leído “Manual de espumas”? ¡Qué
horror!), ni tampoco la poesía panfletaria de Miguel Hernández; pero ahí están
esos dos ejemplos anteriores de perfección poética que, en algún sublime
instante, acertaron a salir de sus manos. |
|
* * * |
Álbum poético También he seleccionado un racimo de
poemas de entre los escritos por mí. Esto es lo que puedo ofrecerte hoy....
pero no certifico que también mañana. Me he pasado la vida rectificando lo
hecho en todos los órdenes, no puedo evitar mi compulsiva inclinación a la
revisión y la perfección, de manera que puede ser que cualquier día vuelvas a
esta página y te encuentres con que ya no está el mismo poema (quiero decir
que seguramente seguirá, pero quizás no sea ya el mismo). Siempre hay una
palabra que sobra, o que falta, o que no es la adecuada. Eso es lo que
invariablemente descubro cada vez que releo. Nuestra lengua es tan
exageradamente rica que siempre se puede decir lo mismo, pero mejor dicho. Comenzaré, como tema, por un
sugerente callejón de la ciudad de Ávila, tan sugerente que hasta me apresuré
en hacer la fotografía que ves para inmortalizarlo, antes de que la
insaciable piqueta de la incultura opte por derribar el añoso caserón del
flanco derecho. Del flanco izquierdo no hay que preocuparse porque se trata
de la catedral, y no es de esperar tanta osadía por parte de la piqueta. Un día, por el mes de julio del año noventa y nueve, leí en la emisora de Ávila de Radio
Nacional de España un texto en prosa que me ahorrará explicarte lo que es el callejón, antes de
que leas el romance que le dediqué. Ese texto decía así: |
“En el corazón de Ávila hay una calleja, en cuya esquina de
entrada por el mediodía se lee “Calle de
En realidad, nuestro callejón no es uno, son dos perpendiculares
entre sí que se anudan, como en un suspiro, en la brevedad de un esquinazo
solitario, justo donde pende la cruz y, más arriba, la una mirando al suelo y
la otra al cielo, se ven la calavera y el rostro de mujer. Pero cuando visites
el callejón, nunca entres por ese extremo del mediodía, hazlo por la esquina de
la catedral. Ahí es donde la luz apenas puede con su angostura, entre el perfil
de un caserón en ruinas, a la derecha, y los altísimos estribos de la catedral
a la izquierda, como la oscura oquedad de un viejo barco de piedra y de cal,
anclado para siempre en tierra. Tampoco lo visites de día. Cuando vengas a
Ávila, espera a que el día se escape del todo. Cuanto más noche y más negra,
más auténtica aparece su geometría quebrada, la longitud de sus sombras,
huyendo de sí mismas despavoridas, el siseo de las cosas solitarias, rastreando
sobre sus piedras eternamente sin encontrar nada. En las altas horas de la
madrugada, el tiempo se detiene en el callejón hasta el punto de que acaba
escuchándose.
Avila puede seguir creciendo, cambiando las candilejas por las
farolas, el piafar de las caballerías por los claxons. En el callejón todo
sigue parado, incólume, a trasmano de la ciudad, a pesar de alojarse en su
mismo corazón, intransitado, olvidado, como una vieja instantánea en blanco y
negro en una caja del desván. Si en ese diáfano silencio llegas a escuchar algo
que no sea el dormitar del tiempo, sin duda pensarás que has oído el leve
chasquido de dos espadas batiéndose en duelo, y hasta creerás ver, como en un
relámpago, el fulgor de los aceros escapando de tu mirada.
Cuando vengas a Ávila, abandona la guía de la ciudad sobre la
mesilla de noche de la habitación del hotel, olvida literaturas oficiales,
limpia tus gafas a fondo y asómate al callejón por la esquina de la catedral,
despacio, muy despacio, con un silencio cómplice. Podrás pillar al callejón
desprevenido, tal cuál es, apretado entre sus dos flancos altísimos,
verticales, metido en la negrura de la noche sin luna, bañado sólo por la
titubeante semioscuridad de unas luces marchitas, remansando el silencio sobre
el empedrado, dejando correr los siglos inmóvil...... Pero no entres, no
entres. Sólo contémplalo”.
Callejón de la muerte y la
vida |
|
Una esquina abandonada, |
una estrecha callejuela, |
el perfil de un caserón |
y, entre fugaces y tercas, |
las sombras que se alargan, |
las líneas que se quiebran. |
Mi calle es igual que un chorro, |
es toda como una trenza |
a la que rodea el viento |
y nunca se para en ella, |
porque pararse no puede, |
porque mi calle es pequeña. |
|
-Que mi calle está vacía, |
que mi calle es toda ausencia |
y tiene el alma esculpida |
a puro golpe de piedra- |
|
Una vieja cruz, mitad |
silencio, mitad madera, |
tiene los brazos abiertos, |
como si con ellos fuera |
a abarcar todas las sombras, |
a abarcar la calle entera. |
Pero mi calle se escapa |
‑callejón que el aire llevas‑ |
en una noche profunda, |
en una noche sin puertas |
en la que todo está abierto |
y nada nunca regresa. |
|
-Que mi calle está vacía, |
que mi calle es toda ausencia |
y tiene el alma esculpida |
a puro golpe de piedra- |
|
En los brazos de la cruz |
dos luces aún le restan, |
farolitos olvidados |
sin cristales ya ni rejas, |
ni siquiera con la herrumbre |
de unos hierros, de unas huellas; |
luz que desciende aterida, |
entre viva y entre muerta, |
tiritando por las losas, |
muriendo por las acequias |
para acabar sin remedio |
donde las sombras le dejan. |
|
-Que mi calle está vacía, |
que mi calle es toda ausencia |
y tiene el alma esculpida |
a puro golpe de piedra- |
|
Sus dos flancos están hechos |
los dos de cal y de piedra: |
el uno, todo raído; |
el otro, lleno de fuerza, |
sujeto por los estribos |
de una catedral entera. |
Callejuela, así pareces, |
con esas grandes cuadernas, |
un barco que fuera hecho |
para estar anclado en tierra, |
tan lejos del mar, tan lejos |
de los vientos y las velas. |
|
-Que mi calle está vacía, |
que mi calle es toda ausencia |
y tiene el alma esculpida |
a puro golpe de piedra- |
|
No sé por qué, pero siento |
algo indefinible que hiela |
el corazón y el sentido. |
La noche baja serena. |
En un lienzo de los muros |
dos
apóstoles esperan |
eternamente fingidos. |
En un escudo campean |
cruces talladas y olivos. |
El viento inútil rastrea |
los pasos quedos de algo |
que ni es ni pasó siquiera. |
|
-Que mi calle está vacía, |
que mi calle es toda ausencia |
y tiene el alma esculpida |
a puro golpe de piedra- |
|
De pronto, algo desgarra |
la quietud de la calleja. |
Es sólo un momento. Todo |
en la oscuridad se tensa. |
Las sombras, alucinadas, |
unas con otras tropiezan. |
La hora se detiene. Se oye |
al aire oculto, que tiembla. |
Y es que yacen en la noche, |
tallados los dos en piedra, |
un rostro de mujer viva |
y una fría calavera. |
|
-Que mi calle está vacía, |
que mi calle es toda ausencia |
y tiene el alma esculpida |
a puro golpe de piedra- |
|
|
|
|
Madrigal |
|
Blancas como el armiño, |
sobre el regazo inertes, olvidadas; |
manos de mujer siempre enamoradas |
que esperáis con la inocencia de un niño. |
|
Así, solas, sin dueño, |
llenas las dos de amor y abandonadas, |
soñando estáis desde siempre enlazadas |
que otra mano os despierte del sueño. |
|
Quizás ése yo fuera |
si a dejar sobre vuestras blancas manos, |
en vez de la rudeza de mis manos, |
el roce de mis labios me atreviera. |
|
|
|
|
La noche |
|
Ya se viene la noche. |
Las cosas no se ven, |
pero están en la sombra |
murmurando |
como manos sigilosas |
que se extienden y rastrean en vano. |
No se ven, pero están las horas |
rondando, |
esperando tercas su momento. |
Todo en la oscuridad está tenso, |
todo gravitando sin descanso. |
Un halo de luz está incierto, |
temblando |
de puro suspense en la farola. |
--- |
|
No hay palabras. No hay reproches. |
..... ¡Chist, que asoma |
virgen y espléndida la noche! |
|
|
|
|
Soñé
en el cafetín....... |
|
Soñé |
que
era aquel el lugar donde la danza |
se
hace cada noche vuelo y se alcanza |
el
cielo. |
Soñé
que ya nunca amanecería.......... |
.......... |
Y me
crecía el alma, y me crecía. |
|
|
El
cafetín aullaba |
herido
por la espada de las sombras |
sobre
el racimo espeso de las horas, |
bajo
el racimo |
de
la luna redonda que se erguía........ |
.......... |
Y me
crecía el alma, y me crecía. |
|
|
Yo
soñaba. |
Los
demás hablaban todos a gritos, |
haciendo
del encuentro un nuevo rito |
bajo
el corro |
de
las bombillas muertas, amarillas...... |
..........
|
Y me
crecía el alma, y me crecía. |
|
|
En remolinos |
la densidad oscura de la noche, |
las miradas hechas lumbre, las voces, |
las espirales |
azuladas del humo que ascendía.......... |
.......... |
Y me crecía el alma, y me crecía. |
|
|
Enloquecidas |
las
notas se despeñaban del bafle |
reventando
el aire, empuñando sables, |
ladrando
|
a la
luna que en el cristal se veía......... |
..........
|
Y me
crecía el alma, y me crecía. |
|
|
Soñé
que yo era |
aquel
otro que vaga por mis sueños, |
libre
el corazón, ingrávido el cuerpo, |
b
ailando |
la
dulce locura de mis fantasías.......... |
..........
|
Y me
crecía el alma, y me crecía. |
|
|
Soñé
que sueños |
eran
tus caderas cuando bailabas, |
que
tus manos eran dos llamaradas |
al
viento, |
que sueño
era tu corazón de almíbar...... |
..........
|
Y me
crecía el alma, y me crecía. |
|
|
|
|
Quisiera |
|
Quisiera amarrar el tiempo, dejarlo |
en medio de la arena varado |
como barca sin dueño. |
|
Quisiera al huracán de mis penas |
con estas manos ponerle cadenas |
y grilletes al viento, |
ese viento que por fuera me aúlla |
y esta voz que por dentro me zumba |
sin reposo, sin descenso. |
|
Quisiera ser como la rama herida |
del sauce que está a la orilla |
del manantial sediento, |
siempre desnuda y siempre soñando |
que un volcán de flores y pámpanos |
le brota por dentro. |
|
Quisiera dormirme mientras escucho |
el rumor de tu pie desnudo |
y de tu cuerpo. |
---- |
|
Nadie queda. Duerme el corredor. |
Las sombras descienden al amor |
de la hora, del silencio, |
de las cosas que están cobijadas |
en la soledad del patio, calladas. |
|
|
|
|
Calle "Virgen María"
|
|
La última luz del día, |
incierta, atardecida, |
tiembla en los cristales, muriendo. |
|
La calle está desierta. |
La quietud se descuelga |
a tientas por el muro del convento. |
|
Hay un rótulo en la esquina, |
“calle Virgen María”, |
y un murmullo indefinido en el cielo. |
|
Las sombras, indecisas, |
se agolpan en la esquina |
haciendo remolinos en el viento. |
|
Hay racimos de palabras |
todavía flotando, enlazadas, |
olvidadas y vagando sin dueño. |
|
Como un eco se adivinan, |
de alguna anónima vida, |
los pasos que va dejando a lo lejos. |
|
¡Y la calle tan callada...! |
¡Y las sombras apretadas...! |
¡Y tú y yo tan solos, bajo el
cielo...! |
|
Mi mano a tu mano unida. |
El alma tuya en la mía. |
La mirada muda diciendo: Te quiero. |
|
La noche se apresura, baja |
a ver nuestro amor que pasa, |
y el silencio le susurra muy quedo: |
|
"Mira, son ellos. |
La eternidad se paró en sus
almas". |
|
|
|
|
La gota de agua
|
|
Sobre los abismos, |
al borde asomada, |
mirando los aires, |
midiendo distancias, |
temblando, indecisa, |
inocente y clara, |
pende en el vacío |
la gota de agua. |
.... ¡Cuántos los estanques |
que soñando aguardan |
el beso redondo |
de tus labios de agua! |
|
.... ¡Cuántos océanos darían el alma por el casto beso de tu boca de agua! |
¡Quién sabe el destino |
de tu humilde raza! |
¡Quizás tan pequeña, |
tan breve, tan parca, |
seas tú la gota, |
sin darse importancia, |
que caiga en el vaso |
y desborde el agua! |
|
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|
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Porque tus ojos son claros.... |
|
Porque
tus ojos son claros |
suelo
perderme y no vuelvo. |
|
Porque
tu alma es tan clara |
me
asomo a ella y me veo. |
|
Porque
tu piel es de ámbar |
y
son tan breves tus senos. |
|
Porque
ciñes la cintura |
como
un arco en el viento..... |
........................ |
|
Por
todo eso. |
|
|
|
|
Portuario |
|
Con la cubierta metida en galernas, |
dos sucios faroles por mascarón |
y el son de la mar hasta las cuadernas, |
mi viejo café, junto al malecón, |
huele a aguardiente y a humo de pipa |
y rezuma de cerveza y de ron. |
En una de las mesas, un guripa |
fuma y se juega al mus las peluconas.
|
La luz fría y densa de una tulipa |
gotea y se remansa en las coronas |
azules de los ojos y las venas. |
Un lobo de mar viejo y dos busconas |
andan los tres contándose sus penas: |
él, de las que se traen de la mar; |
ellas.... ¡qué pueden contar, sino penas! |
Un hombrecillo de huidizo mirar, |
que apenas puede con su acordeón, |
arrastra entre las mesas al pasar |
con las notas su triste corazón |
y su esqueleto frágil de poeta. |
Al fondo, entre dos vasos de ron, |
un gachó que huele a mar y a goleta |
vende de chitón a un julái una carga |
entera de opio y marihuana secreta; |
y un tipo borracho, de boca amarga, |
pide a gritos una jarra y blasfema. |
En la puerta, una hembra va y se larga. |
¡La noche rabia de fría, casi quema! |
Se va con un marinero que ha hecho |
un nombre de mujer como su lema |
y lo lleva tatuado en el pecho; |
un marino que habla ruso y que anda |
sin patria, y sin rumbo, y sin techo. |
Tiene el café como un barco de ancha |
la bodega y de duro el cascarón, |
se asoma al puerto por una baranda |
y tiene en su centro el viejo timón, |
la sucia farola y el montón de amarras |
de un barco velero que era nipón. |
Arrecian las voces. Suenan las jarras. |
Huele mi café a bodega y a sollado. |
¡Dos!...¡Órdago!...¡Gachó, cómo te
agarras! |
|
Allá fuera, el mar está encalmado. |
Duermen los muelles. Duermen las faenas. |
Lejos, muy lejos, casi amortajado, |
el son de la mar y de las sirenas. |
|
|
|
|
Himno nacional |
|
España eterna, |
la patria de los pueblos |
de la hispanidad, |
la Hispania secular, |
anclada en el centro |
de todos los vientos |
con la frente en alto |
y mirando al mar. |
|
Primera tú fuiste |
de las grandes naciones |
que el mundo alumbró |
y al mundo deslumbró. |
España eterna |
entre dos continentes, |
la mirada al frente |
y toda corazón. |
|
|
|
|
Tú y yo |
|
Nos
hemos quedado solos, |
solos
tú y yo, mi lucero. |
|
La
luna cabalga el mar. |
El
horizonte va lejos. |
|
Se ha dormido la playa. |
Se
ha enroscado el silencio. |
|
¡Me
miras tan inocente! |
¡Parece
todo tan quieto! |
|
El
mundo se ha diluido |
alrededor
de lo nuestro. |
|
Las olas
se van rodando, |
se
amontonan en el cielo. |
|
¡El
mar parece tan mudo! |
¡El
aire está tan pequeño! |
|
Una
barca que venía |
con
la aurora se ha vuelto. |
|
Nos
hemos quedado solos, |
solos
tú y yo, mi lucero. |
|
|
|
|
Estas horas vacías....
|
|
Estas horas vacías |
que de mí escapan |
sin rumbo, |
estas horas amargas |
puede que sólo sean, |
tan calladas, |
como sombras detrás |
de los pasos del alma. |
|
Los acentos, |
las locas palabras |
que tanto llenan, |
tan solitarias, |
mis monólogos, |
puede que enlazadas |
se estén muriendo |
como muere la garza |
sobre el claro cristal |
del agua. |
|
Todo puede ser. |
Veo desesperadas |
las adelfas |
en tiestos de hojalata, |
y en el tejado ocre |
la luna menguada. |
|
¡Cuánta soledad! |
Yo tiendo la palma |
de mi mano |
a la noche lejana, |
esperando otra mano, |
tiritándome el alma. |
|
|
|
|
Nunca acierto |
|
Nunca acierto hacia dónde señala |
la divina línea alargada |
de tu dedo. |
|
Mirando el horizonte, mirando |
sin saber dónde miro, mirando, |
se me va el tiempo. |
|
¿Dónde, me pregunto, Tú conmigo |
uniremos los dos los caminos |
si soy terreno? |
|
¿Dónde hallaría una triste nube |
que a mí me lleve, sube que sube, |
hasta el cielo? |
|
Aquí, tan abajo, tan abajo, |
a solas me debato y me sangro |
junto al suelo. |
|
|
|
|
No conozco los pasos
|
|
No puedo ver como sigue el camino. |
Lo que resta, no puedo ver entero. |
Que al final estás Tú, que al final
muero |
es todo lo que sé de él, su destino. |
|
Tampoco puedo hacerlo sin tino |
de una zancada y dejarlo a cero. |
Cuarto, tercero, último, primero ..... |
No conozco los pasos de mi sino. |
|
No quiero que me aúpes en tus hombros |
para ver cómo serpea por el llano. |
Mejor te pido que me des la mano |
y me conduzcas entre los escombros. |
Tercero, último, primero, cuarto ..... |
Quiero ver cada paso del que parto. |
|
|
|
|
La lluvia |
|
La
calle estaba sin luna, |
la
calle se veía apenas |
emergiendo
de la noche |
entre
sombras que se ruedan. |
|
Las
fachadas empinadas |
y
los astros allá fuera..... |
Los
silencios angustiosos |
y la
soledad tan terca....... |
|
De
pronto hubo un rumor, |
como
de algo que sisea, |
un
siseo como de agua |
abrazando
las aceras, |
agua‑mansa,
agua‑luna, |
agua
sólo transparencia, |
agua
de invisibles brazos, |
el
agua de los poetas, |
y
toda la calle se hizo |
en
un instante una senda |
del
color de los cristales |
a la
luz de las estrellas, |
de
reflejos que temblando |
por
el asfalto se llevan |
el
alma de las farolas |
en
la luz que no regresa. |
|
|
|
|
El río |
|
Hasta el río he venido |
a confirmar mi sospecha: |
“Río no es lo que dicen, |
río es lo que uno sueña” |
|
El río no es una cosa, |
el río es sólo una senda |
de sólo camino de ida, |
de sólo lo que es sin vuelta. |
El río es una ilusión |
donde las cosas se menguan |
a medida que se marchan |
por el cauce que no cesa. |
El río no es una cosa |
que hay entre dos riberas, |
el río es sólo un rumor |
que de la orilla se rueda, |
es un reflejo que huye |
serpenteando en la arena. |
|
El río no es cosa alguna. |
El río sólo se aleja |
sin que se sepa por qué. |
..... Se aleja, sólo se aleja. |
|
|
|
|
El lago |
|
Inmóvil
como el destino, |
inmóvil
como los cielos, |
como
las cosas perdidas, |
como
la sombra del cuerpo, |
tan
inmóvil como el ancla |
que
aprisiona los recuerdos, |
el
lago soñando está, |
sobre
los brazos del tiempo, |
que
el tiempo no podrá nunca |
despertarle
de su sueño. |
|
El
lago soñando está |
que
abrió la mano el cielo |
y el
dedo de Dios le puso |
en
medio del universo: |
ni
al norte ni al sur, al eje |
de
la rosa de los vientos, |
ni
al saliente ni al poniente, |
le
puso en lo geométrico |
de los
montes que se cierran, |
de
las cosas que hacen ruedo, |
le
puso donde gravitan |
en
pirámide los vientos. |
|
La
tarde se desvanece. |
Desmaya
el día, muriendo. |
Sobre
la piel del lago |
abre
la luz un reguero |
que
corre hasta el horizonte |
en
busca del sol, que ha muerto. |
El
lago sueña que sueña, |
ensimismado,
eterno. |
|
|
|
|
El caserío |
|
No muy lejos del río, |
ardiente y en silencio la celosía, |
estaba el caserío. |
El sol del mediodía |
le entraba hasta los huesos y le hería. |
|
Era blanco, desnudo, |
todo soledad entre las encinas, |
todo él estaba mudo, |
viejo y lleno de ruinas, |
todo él solo entre sus cuatro esquinas. |
|
La parra que a retazos |
trepaba por el aire y por la reja |
llenos de luz los brazos, |
tenía ahora, ya vieja, |
desnudo el tronco, desnuda la reja. |
|
Empujé aquella puerta, |
la misma que guardo en el recuerdo. |
Aún estaba abierta. |
Entré y soñé despierto |
que mi alma de niño había yo abierto. |
|
¡Estaba tan oscuro, |
era tan inmóvil en los sentidos |
la soledad del muro, |
los candiles dormidos, |
los marcos ya rotos y carcomidos! |
|
En las piedras calizas |
del hogar todavía reposaban |
las últimas cenizas, |
latían hacinadas |
todavía las últimas palabras. |
|
................... |
|
No muy lejos del río, |
ardiente y en silencio la celosía, |
estaba el caserío... |
... y estaba todavía |
prisionera, desde niño, el alma mía. |
|
|
|
|
Hoy sé |
|
Hoy sé que no son tu boca, |
tus manos, tus ojos o tu frente. |
Hoy descubrí el secreto |
de por qué me enloqueces. |
Ni tu frente, ni tus ojos, |
ni tus manos.... es tu alma |
de mujer lo que me envuelve. |
|
|
|
|
El alma es a veces
|
|
El alma es a veces
|
dolor que circunda, |
sombras que pueblan, |
oscuro silencio, |
es toda ausencia, |
nave abandonada |
al va y al ven |
de la mar incierta, |
pozo horadado |
en mitad de la arena. |
|
El alma quisiera |
ser rayo en la noche |
a bordo de estrellas, |
tocar con el dedo |
las altas esferas. |
|
‑¡Llora tu soledad, alma! |
¡Eres pájaro olvidado |
en una rama eterna! |
|
|
|
|
Dónde estés |
|
Dónde estés. |
Dónde estés te buscaré |
hasta agotar los caminos, |
hasta borrar los senderos, |
hasta acabar con el mapa |
y salir del universo. |
|
Dónde estés. |
En lo azul del infinito.... |
En lo oscuro del recuerdo.... |
Dónde estés, dónde estés, |
dónde tú estés, te lo juro, |
iré como el viento. |
|
|
|
|
Como un
junco |
|
Eres un sueño, como un junco |
de los que se yerguen en las noches de luna. |
No porque sea muy cumplida tu estatura. |
No eres toda una mujer, mi vida. |
Pero canta el viento en tu cintura |
y eres hasta el fondo femenina. |
|
|
|
|
Apenas en mis manos |
|
Apenas en mis manos |
me miraron sorprendidos, |
llenos de soledad, |
llenos de olvido. |
Me miraron |
breves como el suspiro, |
como la luna de blancos, |
despertando los dos |
entre mis manos. |
|
Apenas en mis manos |
comprendí que eras tú |
la que entera estaba |
entre aquellos dos |
gemelos milagros; |
toda tú, mujer, |
toda encerrada |
en el breve arco |
de las dos fuentes |
de tu regazo. |
|
¡Estaban tan solitarios!..... |
Aguardaban los dos |
como lunas de agosto |
la noche de mis manos. |
En ellas se mecieron. |
¡Blancos veleros! |
¡Dulces pájaros! |
Los dos llenándose |
del júbilo de verse |
de pronto tan blancos |
en medio de la noche |
de mis manos. |
|
Estaban quietos los relojes. |
¡Tan quietos! |
Todo en el silencio |
parecía pivotando |
sobre sus dos vértices |
de rosa pálido. |
|
Yo los acaricié. |
¡Blancos veleros! |
¡Dulces pájaros! |
Y los dos de pronto |
se irguieron gozosos, |
como se yerguen |
en el aire los rumores |
en las noches de verano.... |
...... apenas en mis manos. |
|
|
|
|
|
Añoranza |
|
Fue mío el amor y lo he perdido. |
Quien antes me amaba ya no me ama. |
Lo dicen sus claros ojos, lo clama |
su desdén tedioso y escondido. |
|
Ella dice que nada se ha ido, |
que sigue estando igual de enamorada. |
...... Lo dice mientras de la mía
desata |
su blanca mano con gesto aburrido. |
|
Triste condición del amor, nacido |
para ser sólo un año ardiente llama; |
al segundo, el calor de unas brasas; |
y al tercero, algo de humo
ennegrecido. |
|
|
|
|
¿No le
encuentras? |
|
Dios
no está para quien mira solamente con los ojos del cuerpo. |
Está
demasiado lejos para quien mira con los ojos de la razón. |
Está
muy cerca para quien sabe mirar con los ojos del corazón. |
Y
está en el centro para quien cierra los ojos y mira dentro. |
|
|
|
|
¿Por qué? |
¿Por
qué las cosas son breves |
con
la brevedad del vuelo, |
si a
mí me gusta del cielo |
lo
inamovible que tiene? |
¿Por
qué las cosas son breves, |
por
qué, y levantan el vuelo |
y
vives sólo en recuerdos |
y lo
vivido no vuelve? |
|
¿Por
qué nunca he sido solo, |
por
qué hay en mí tantos hombres |
si
me pusieron un nombre, |
uno
tan sólo por todos? |
¿Por
qué nunca he sido solo, |
por
qué, si anhelo ser uno? |
¡Nunca
me veré desnudo! |
¡Nunca
sabré cuál de todos! |
|
¿Por
qué el amor se me viene |
estando
ajeno y no avisa? |
¿Por
qué ya es mío y deprisa |
se
va el amor, si me tiene? |
¿Por
qué el amor se me viene, |
por
qué, y se va al olvido? |
¡Nunca
sabré si conmigo |
el
amor va, el amor viene! |
|
|
|
|
El corazón que |
El corazón que.... |
|
El corazón que un día me arrancaste no olvides
devolverlo. |
Quiero sentir otra vez el fulgor de tus manos en
mi pecho. |
|
|
|
|
|
Hermano perro |
|
Sin ser hombre tanto amas lo humano |
que todo humanidad te has convertido.
|
¿En qué dulce locura te has metido |
que prefieres los hombres a tu hermano? |
|
Con tu libre destino, mano a mano, |
has jugado tú solo y has perdido. |
Ser, sin más condición, has preferido |
la sombra de tu dueño tan tirano. |
|
Paga él tu lealtad con la violencia |
y tu místico amor con el desprecio; |
mas tú jamás te ofendes, perramente |
devuelves sumisión por su demencia |
y le pones a tu alma sólo el precio |
de lamerle la mano eternamente. * * * |
|
Este último soneto me ha traído a la memoria que quizás no
exista, dentro de la perfección académica, otra forma poética tan sugerente
como el soneto. Con un soneto célebre y de autor desconocido comencé y con
más sonetos míos quiero ir poniendo fin a esta página poética (alguno de
ellos en asonante): a una fuente perdida en un rincón del valle, a los ojos
de la mujer, a la inmortalidad del pasado, a la muerte y, por supuesto, a Él, al único amigo, al
que jamás pasa de ti: |
|
|
Aguacanto |
|
Apenas
haces cauce y ya eres ido. |
Apenas
has brotado y ya eres canto. |
Agua-luz de la fuente, agua-canto, |
insistente y monótono zumbido. |
|
Te
llevo yo en el corazón metido |
tan
sublime y tenaz, te llevo tanto |
que
todo en mis oídos es tu llanto, |
que
todo en mi interior es tu latido. |
|
Vaivén
hecho de luz, vaivén incierto |
donde
no sé mirar sin verme tuyo. |
Hace
siglos que corres, te lo advierto, |
y
contigo sin prisas también huyo, |
y
habré yo de morir, y estaré muerto, |
y
seguirá en mi oído tu murmullo. |
|
|
|
|
Ojos de mujer.... |
|
Ojos de mujer que habéis sido hechos |
para llorar tanto nuestro amor, tanto, |
no unáis mi corazón a vuestro llanto, |
no apaguéis la llama de mi pecho. |
|
Yo busco a cada paso, en cada trecho, |
la claridad ungida de los santos |
y me hallo, sin quererlo, con el llanto |
de vuestros ojos tristes al acecho. |
|
He de morir sin duda en vuestros brazos |
si he de venceros antes de la muerte, |
porque muerte también es desatar lazos a los que se renuncia, doble muerte |
que se me viene lenta y a retazos |
olvidando esos ojos y mi suerte. |
|
|
|
Volverá el pasado |
|
Pasé
por el que aquí nos envilece. |
Soporté
como pude ese inquilino. |
Vi
luego envejecer a mi enemigo |
arruinado
y achacoso ante la muerte. |
|
Pasé
por lo que aquí nos adormece |
y al
pasado sepulta en el olvido. |
Mirando
hacia atrás hice el camino |
para
no ser la sombra de un ausente. |
|
Cuando
alcance a doblar tu esquina |
hallaré,
dulce muerte, que el pasado |
jamás
llega a morir, como creía. |
|
Volveré
a amar a quienes he amado. |
Volveré
a temblar de melancolía. |
Volverá
el tibio arrullo del verano. |
|
|
|
|
A la muerte |
|
Ha tiempo que llamaste y yo valiente |
te dije sí. Ya fuiste tú mi dama. |
Dos veces a la puerta no se llama. |
Yo ya resucité y me hallo ausente. |
|
Me desposaste, mas el Cielo en calma |
nos divorció después eternamente. |
Cuando regreses, Muerte, solamente |
encontrarás mi cuerpo, mas no mi alma. |
|
Cuarenta años contigo, cuarenta años |
en el sótano estuve de lo eterno. |
Arranqué en la memoria ya ese daño. |
Cuando regreses, Muerte, de tu infierno
|
estaré en la luz yo, tú en el engaño |
de creer que has matado a un hombre eterno |
|
|
|
|
Éxtasis |
|
Murmullo
en lo interior que va creciendo, |
manantial
que desborda, sinfonía |
no
esperada de luz y de armonía |
que
desde lo hondo asoma y va ascendiendo. |
|
Ya
el alma se amanece como día, |
ya
el cuerpo se adormece y va muriendo, |
ya
la brida se desata y va haciendo |
al
potro manso, al jinete guía. |
|
El
tiempo se detiene. El sentido |
se
clava en el vacío y se traspasa, |
y
otro mundo, sin cuerpo ni latido, |
embarga
el alma. Todo así se arrasa, |
todo
es quietud sublime, todo es ido.... |
.....
¡Calla, alma mía! Es Dios, que pasa. |
|
* * * |
|
|
Semblanza |
|
Solamente faltan, antes de despedirme, dos poemas que quizás te
digan sobre este autor más que todo lo que llevas leído hasta aquí. En ellos,
ese marinerito del que hablo, embarcado
en donde nunca quiso estar, y ese
último epitafio de su paso por un mundo que jamás reconoció, son lo más auténtico que puedo decir de mí
mismo. |
|
|
¡De ahí soy yo, marinero! |
|
La
Verdad que hace tiempo espero |
se ha
ido haciendo tan lúcida |
que
todo se ha vuelto penumbra |
aquí,
bajo las nubes del cielo. |
|
Amanece,
pero no amanezco. |
Anochece,
pero no me asusta. |
De
latido en latido deambula |
más
que hartito todo mi cuerpo. |
|
No
soy del mundo, no aliento |
la
vana ilusión de quien busca |
un
puerto, y a un puerto arrumba |
vestidito
de azul marinero. |
|
No
soy del mundo. No soy del viento. |
No
soy de lo que pasa y se esfuma. |
Sería,
ya ves, del sol que alumbra |
si
él nunca se bajara del cielo. |
|
Hay
otro mar, hay otro océano |
más
allá de esta ilustre tontuna, |
donde
nada pasa y se esfuma, |
donde
todo es azul y perpetuo. |
|
¡De
ahí, de ahí soy yo, marinero! |
|
|
|
|
Epitafio |
|
He pasado por el mundo aborreciéndolo. |
He pasado sintiéndome perdido. |
|
He pasado por los que fui sin ser
ellos. |
He pasado lamentando cuanto he sido. |
|
He pasado a solas con mi enemigo. |
He pasado soportando sus miserias. |
|
He pasado por el amor y lo he perdido. |
He pasado por la dicha que no vuelve. |
|
He pasado junto a los demás en
soledad. |
He pasado siempre a solas con mi
suerte. |
|
He pasado por la vida mirando a la
muerte |
como se mira el alba en la oscuridad. |
|
............Sólo Él, nada más que Él. |
Cuánto más me he alejado, más le he
amado. |
* *
*
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