(Imagen tomada del
reportaje Winterda)
Necesidad universal
¿Dios es necesario? La pregunta no se refiere a la dimensión filosófica del problema, a
la diferencia entre el ser necesario y el ser contingente, según la cual Dios
es el SER en sí mismo (aseidad), el único ser, el que existe necesariamente
frente a todos los demás seres, que son contingentes, no necesarios, es
decir, que pueden existir o no existir, y que reciben el ser de Dios (abaliedad). La pregunta no se refiere a ese aspecto, se
refiere a la dimensión práctica, a si Dios, en el supuesto de que exista y a
pesar de que exista, es necesario aquí abajo o el mundo puede ignorarlo
tranquilamente La primera obviedad es que, si no existe, evidentemente no le
necesitamos, puesto que nosotros si que existimos sin Él. Pero resulta que,
aun en el caso de que exista, tampoco le necesitamos para seguir viviendo
aquí. El universo, el espejismo llamado universo, se desenvuelve dentro de
leyes y mecanismos autosuficientes. La naturaleza y los seres vivos ignoran a
Dios y siguen su curso felizmente. Sólo el hombre, el controvertido y
conflictivo hombre, es capaz de preguntarse por la existencia de la
divinidad. Esto demuestra que realmente le necesita, pero también que puede
pasarse sin Él. ¿Cómo es posible? Es posible porque esa pregunta
inconformista que se hace el hombre, se debe a su naturaleza espiritual, y
todo lo espiritual es perfectamente prescindible en el mundo de las cosas. El
hombre le necesita y pregunta, pero no entra en coma porque nadie le
conteste. Esa era sin duda la pregunta del hombre cuando comenzó a enterrar a
sus muertos, lo que ningún otro homínido había hecho antes. Y esa misma
pregunta se hicieron tantas culturas que pensaron que, detrás de todas las
cosas del mundo visible, tenía que haber un mundo invisible y mágico que les
diese vida, que las animase, iniciando así una incipiente religión llamada animismo. Y cuando la pregunta se la
hicieron otras culturas más avanzadas, apareció el politeísmo, con sus dioses
antropomorfos. Pero fue quizás en oriente donde más se extendió la pregunta,
surgiendo tantas religiones filosóficas, que postulan la existencia de otro
tipo de invisible, el "todo" o armonía universal. Y también
aparecieron con su respuesta los profetas, revelando un invisible que es
creador de las almas y término de las mismas. Y por último, surgió la
Palabra, hablando de un invisible amoroso y paternal que llamamos Dios. La
vertiente religiosa del hombre es tan universal, y por tanto tan vital, como
lo son las demás de sociabilidad, amor y libertad, por poner algunos
ejemplos. Uno de los principales criterios utilizado por los paleontólogos para
deslindar al homo sapiens de los homínidos, es justamente atender al hecho de si la
especie en cuestión practicaba los rituales propios del culto a los muertos.
Existen muchos más criterios, como son las medidas antropomórficas,
especialmente las relativas al cráneo; la situación de la laringe, en cuanto
a si permite o no la fonación articulada; la constitución pélvica, que
facilita o no el caminar erguido, etc. Pero todos esos datos dicen poco al
lado de un hecho capital: si el especimen en
estudio ya rendía o no culto a sus muertos, porque ese sentido de lo inmortal
es señal inequívoca de espiritualidad, y por tanto señal de hallarnos ante un
verdadero hombre. Y si nos alejamos de la historia y de la paleontología y echamos la
mirada al mundo actual, resulta que menos de un veinte por ciento de la
humanidad (como mucho y según qué criterios empleados) confiesa ser ateo.
Esto de los datos estadísticos, elaborados a partir de declaración personal,
jamás puede ser fiable, porque una de las virtudes conocidas del hombre es
declarar lo que estima que debe declarar, lo que estima que la sociedad
espera oír, no lo que realmente piensa él. Esta circunstancia, llevada a una
sociedad confesional, induciría a pensar que el número real de ateos sería
muy superior al arrojado en la estadística. Pero en la actual subversión de
valores de la sociedad, la consideración debe ser la contraria. Si un veinte
por ciento dice ser ateo, algunos lo habrán dicho por seguir la moda, y el
número real de ellos, sin duda, será menor. Una vez conocido ese desequilibrio entre creyentes y no creyentes,
los teístas insisten en una pregunta que parece bastante bien fundada, ¿puede
ser tan necia la humanidad como para perseverar en una creencia que no
corresponde a realidad ninguna? Conocidos son los fenómenos de masas, las
modas, los convencionalismos y tantos otros que arrastran a la sociedad a fines
estériles. Pero vistos desde la historia, esos fenómenos ni afectan nunca a
la sociedad entera ni la afectan por los siglos de los siglos. Sin embargo,
en esto no nos hallamos ante una creencia de una cultura determinada ni
nacida en un momento determinado, nos hallamos ante una creencia universal,
ante una invariable a lo largo de toda la historia de la humanidad. El
argumento, por tanto, puede ser redactado así: Si
la humanidad, en su inmensa mayoría, ha creído siempre en la existencia de lo
trascendente, será porque lo trascendente existe, a no ser que consideremos a
la humanidad rematadamente necia. * * * Marx.- No voy a negar que esa entelequia de
lo "invisible" es una creencia universal, no puedo negarlo porque
así es. No voy a negar que, superadas esas primeras civilizaciones que
practicaban el animismo, lo natural es que hubieran desaparecido todas las
religiones, a medida de que el hombre se ha ido culturizando; y sin embargo,
reconozco que no ha ocurrido así. Tampoco voy a negar que somos los que lo
rechazamos una minoría dentro de la especie, cosa que siempre ha ocurrido con
los más inteligentes y sensatos, dicho sea de paso. No voy a negar nada de
eso. Lo que voy a negar categóricamente es que, de ese hecho de la necesidad
universal, quepa sacar la lectura de que "o Dios existe o la humanidad
es necia" Lutero.- Es curioso que
siempre empecemos de completo acuerdo y siempre acabemos en absoluto
desacuerdo. Y te lo digo porque también ahora estoy casi del todo contigo. Marx.- No me fío de ti. Ese "casi del
todo"...... Lutero.- Ese "casi del
todo" es porque tú rechazas el argumento absolutamente, y yo sólo digo
que no es correcto según está planteado, aunque sea cierto en el fondo. Marx.- Dime a ver qué
tres patas tienes que buscarle a este gato. Lutero.- Es cierto en el
fondo por algo que enseguida diré. Pero ahora, según está planteado de
desnudo, no es aceptable. La intuición de lo ultraterreno no es suficiente
para deducir, sin más, que lo ultraterreno haya de existir realmente. Marx.- Sólo he conocido
uno más sutil que tú, el de Aquino Lutero.- Querrás decir más
profuso. Pero ideas matrices tuvo pocas. Marx.- El hombre es el
animal más inteligente, no sólo capaz de comprender lo que le rodea, capaz
también para volar con la fantasía y transportarse a no sé qué pretensiones
ultraterrenas. Pero de que trascienda con su pensamiento lo que realmente no
es trascendible, no cabe deducir que esas cabriolas
del pensamiento correspondan a nada real. Lutero.- Estoy de acuerdo
en lo básico, pero no en tu forma de justificarlo. Así es que, con tu
permiso, voy a cambiar tus fundamentos por uno solo: el hombre es un ser
espiritual, y dentro de la espiritualidad, concebir a Dios es algo así como
el no va más. Entonces, ¿qué de particular tiene que, aun en el caso de que
Dios no existiera, se lo inventase el hombre? Si no ahondamos más, este
argumento de los creyentes no sirve, desde luego. Marx.- Gracias por la
ayudita, pero no me fío de ti, ya te lo dije. Lutero.- Te he anunciado
que le falta una peana a ese santo, y es ésta: Las necesidades, cuando son
universales en una especie, no son gratuitas, corresponden siempre a la
existencia real del objeto deseado. Marx.- ¡Cómo no ibas a
aprovechar tú la ocasión para una de tus sentencias! Lutero.- Una necesidad
cualquiera no significa nada, porque el hombre tiene imaginación creadora y
voluntad libre. Pero cuando es general dentro de una especie, estamos ante
otra cosa. La explicación es muy simple: si la especie entera obedece a un
patrón vital determinado, como así es, también sus necesidades son igualmente
vitales, imprescindibles, y si la especie sigue existiendo, es que los
objetos de esas necesidades también existen. Marx.- De acuerdo.
Cualquier ser vivo, aun en el supuesto de que no supiera lo que es el agua,
tiene necesidad de ella y la identifica de forma inmediata, como es fácil
comprobar en las crías de los animales. Y eso es así porque el agua está ya
en su constitución física. Una necesidad vital y la existencia de su objeto
son inseparables- y advirtió enseguida- ....... pero en el mundo real de la
materia, que quede esto claro. Porque tú piensas aplicarlo como te convenga. Lutero.- En cualquiera de
los mundos del hombre, Karl, en cualquiera, en lo
social, en lo afectivo...... Sería un completo absurdo que, teniendo impresa
en su espíritu la necesidad de comunicación con sus semejantes, los
semejantes no existieran; o teniendo la necesidad de relacionarse
afectivamente, el amor no existiese. La comunicación y el amor no son
imaginarios, existen ya, como el agua, en el propio sujeto que siente la
necesidad de ellos. Marx.- No, no, más
despacio. La naturaleza de una especie no se confunde jamás, hemos dicho.
Constituiría un desorden que acabaría por arruinar a la especie entera. Pero
no te vayas a las nubes, a lo cual eres muy dado. La necesidad de agua se
debe a que el agua es un constitutivo físico del cuerpo. Lutero.- Y la necesidad de
amor, que es igual de real que el agua (con tu permiso), se debe a que el
amor es un constitutivo espiritual del alma. Y por la misma razón, si hay
necesidad de Dios, se debe a que Dios está también, de forma natural, en la
constitución del alma. Marx.- Tu mismo has
rechazado los argumentos ontológicos porque se pasan del mundo de las ideas
al de los hechos sin más, y ahora incurres en el mismo vicio. Y ya no sé
cuántas veces van. Lutero.- Aquí no hemos
rozado la idea para nada, hemos hablado de lo que está impreso en el alma
humana como "instinto". Las ideas son libres y gratuitas. Los
instintos no son ni libres ni gratuitos, responden a la existencia real de lo
deseado, acabamos de decirlo. Marx.- Los instintos son
animales, no humanos. Lutero.- ¿Y no eres tú el
que ve en el hombre sólo un animal? ¡A saber cuál ves en mí! Pero no te
inquietes, no te la guardo. Con tu permiso: Una necesidad vital implica la existencia cierta
del objeto de esa necesidad. De no ser así, constituiría un error imposible
de la naturaleza. Las necesidades son vitales únicamente en la
medida en que son universales para cada especie, no importa de qué
naturaleza, física o moral. . Si lo humano ha experimentado universalmente la
necesidad de lo divino, es que lo divino es vital y existe necesariamente. Marx.- Me parece recordar
que esto ya lo hemos discutido, y te dije entonces que esa necesidad
universal de que hablas no es exactamente necesidad de lo divino, sino
necesidad de comportarse éticamente, que es cosa muy distinta. Lutero.- Has venido hasta
ahora disputando esta partida tal y como estaba planteada. De pronto,
pretendes cambiar la baraja: ya no es necesidad de Dios, es necesidad de lo
ético. Pero te advierto que no vas a conseguir nada, porque el resultado es
el mismo. Marx.- No puede serlo. Si
los creyentes son un ochenta por ciento de la especie, los éticos son el cien
por cien. Todo hombre reconoce el deber moral, lo cumpla o no lo cumpla. Lutero.- Es cierto que Kant llegó a la conclusión de que existe un
"imperativo categórico" que exige al hombre ser ético en vida, pero
también es cierto que llegó a la conclusión de que, si no hay luego un Dios
que restituya el orden universal más allá de la vida, lo ético es tan absurdo
como ponerse en viaje sin tener a dónde ir. Marx.- Esa segunda
conclusión de Kant es humillante. Aunque no haya
justicia divina, el hombre se siente digno cumpliendo su deber. Lutero.- ¿Pero no eres tú
el de que "todo surge de la materia"? ¿No eres tú el que antepone
lo animal a lo racional? ¿Conoces algún animal que se sienta
"digno"? A ver en qué quedamos, porque la ley ética es una transgresión flagrante de la ley natural, la de los
animales. Marx.- Es la ley propia
del animal hombre. No veo el problema. Lutero.- Haz el favor de
recordar tus tiempos de estudiante de ontología. ¿Que es el bien? Marx.- Bueno es todo lo
que conviene para la realización de cada individuo. Lutero.- ..... Sin tener en
cuenta para nada a los demás. Matar es bueno para el predador, y se prescinde
de lo que pueda ser para la víctima. Pero resulta que aparece el hombre con
una ley disparatada bajo el brazo, llamada moral, que dice justamente lo
contrario: lo bueno es respetar, renunciar, sacrificarse por los demás. Uno
no se realiza devorando, haciendo de predador, sino haciendo de víctima. Marx.- Sigo sin ver el problema. Ya hemos
dicho que el hombre es racional. Lutero.- Tanto, tan
racional, que lo animal desaparece. Si el hombre se salta a la torera la ley
que gobierna en la naturaleza, en el mundo, y cumple otra diferente, es que
ocurren dos cosas: que esa nueva ley es la suya y que no es ley del mundo, es
de fuera. Marx.- ¡Ya estamos con
los mundos imaginarios! Lutero.- No es ninguna
carta que me haya sacado de la manga, es una jugada en la que hemos venido a
caer desde los instintos y las necesidades vitales. ¿También son imaginarios? Marx.- Existen, pero como
manifestaciones de la materia. Tú los independizas, como si fuesen algo que
camina por su cuenta. Olvidas que la vida es un fenómeno de ayer. Es la
materia, no la vida, la que tiene quince mil millones de años de historia a
sus espaldas. Lutero.- Ni en quince mil
millones ni en otros tantos, puede explicar la materia la aparición de ese
aliento espiritual llamado "vida". Pero lo bueno del caso es que,
aun aceptando tu tesis materialista, como lo he hecho, mi argumento de la
necesidad universal ha demostrado seguir siendo válido, Dios existe. Marx.- No sé si te has
enterado, Martín. Es que en nuestra tesis nada existe, nada que no sea
materia. Tu Dios está eliminado por definición. Lutero.- Bien. Pues
admitamos que así es. Yo digo que los instintos, necesidades y deseos del
hombre son producto de su espíritu, aunque a través del cerebro. Tú mantienes
que de su cerebro, de sus neuronas solamente. Has cambiado un soporte por el
otro, pero el fenómeno no lo has tocado, sigue estando ahí la necesidad de la
especie humana por Dios. Sea el origen el cerebro o sea el alma, el resultado
es el mismo, el hombre necesita a Dios. Marx (con firmeza).- Dios
no es materia, luego Dios no existe. Lutero.- Dios no es del
mundo, y cuando se habla de materia, sólo se está hablando del mundo. Marx (insistiendo).- Dios
es espíritu, y lo espiritual no existe. ¿Te gusta más así? Lutero.- Lo espiritual no
existe, según acabas de decirme, "en el mundo". Pero Dios está más
allá. Marx (molesto).- Es que
no hay más realidad que el mundo, no te empeñes. Lutero.- Te lo he
concedido. Acabo de partir de tus amadas neuronas, de que no hay otra
realidad. Pero aun contando con eso, luego ha resultado que tus amadas
neuronas, quizás porque sean unas redomadas histéricas, han terminado por reclamar
lo de siempre, la existencia de Dios. Marx.- Fuerzas demasiado
los argumentos. Lutero.- No lo voy a hacer,
pero esto daría para otra de esas máximas que tanto te irritan: La necesidad
universal del más allá para el hombre, implica la existencia real del más
allá, aun en el caso de que en el más acá no haya otra cosa que materia. Marx.- ¡Necesidad! ¿Pero
qué necesidad? En definitiva, todo lo que le pasa al hombre es que siente
pavor ante la muerte. Es un acto natural, pero lo magnifica y lo rellena de
misterio. Se figura que tiene que haber un destino de ultratumba, una
salvación contra ese aniquilamiento de la muerte, cualquier cosa con tal de
no admitir que es un pobre animal venido a más. Lutero.- ¡Karl, por favor, que vuelves a tu táctica preferida,
olvidar lo ya hablado y comenzar de nuevo! Necesidades del espíritu son
también el amor, la libertad y la justicia, y no me digas que son inventos
porque no te lo admito. Marx.- Al hombre le
fascina lo mágico, eso es todo. Echa una mirada ahí abajo. Adivinos,
quirománticos, curanderos, echadores de cartas, exorcistas y hasta ilusos que
se pasan la vida mirando al cielo, esperando ovnis con seres de otras
galaxias que, como puedes ver desde aquí, no existen. Pura magia, eso es
todo. La única diferencia es que vosotros, los creyentes, lo habéis
institucionalizado con bastante más seriedad y lo llamáis Dios. Pero magia,
al fin. Lutero.- Y para remate, en
ese espectáculo ha irrumpido la "Nueva Era". ¿La conoces? A Marx le extrañó que el
fraile se situara en su misma línea. Marx.- Una prueba más de
lo que digo. La moda ahora es resumir todas las religiones en una gran
religión universal que busca la sabiduría práctica, saber vivir con armonía,
sin violencia, solidariamente, respetando la naturaleza..... Ya sabes, todo
eso. Lutero.- Dios ha pasado a
ser, para unos, la Tierra, la Madre Tierra o Madre Gea, origen de toda la
vida; para otros, el universo en su conjunto, un modelo de universo vivo,
autogenerador; para todos y en definitiva, una especie de "energía
cósmica" que todo lo rige y a la cual pertenecemos. Admiten por igual a
Buda o a Confucio que a Jesús o a Mahoma. Pero si lo miras despacio, no es
otra cosa que la adopción por Occidente del hinduismo oriental, es decir,
nada nuevo. Simplemente, Occidente está renegando de su cultura y sus raíces
y pasándose a la del prójimo, está en descomposición. Marx.- Así es- Se quedó mirándole con
desconfianza y añadió- Pero no sé qué
haces llevándome la corriente, como a los locos. Lutero.- Te llevo la corriente
porque todo eso es muy cierto. Tu problema viene después, cuando lo
interpretas. Para ti, es magia, es fantasía de un hombre que es pura materia
y tiene pretensiones de eternidad. Lo de siempre, es un absurdo. En vuestra
filosofía, todo son absurdos sin contestación: la evolución ciega del
universo, la existencia del mal, el sinsentido de la vida, la muerte..... Marx.- Las cosas son como
son, y punto. No existe ninguna finalidad previa en los pasos de la
naturaleza. Lutero.- Todo lo que hemos
dicho de ahí abajo, desde la adivinación hasta la Nueva Era, pasando por el
exorcismo, el tarot, los curanderos, los ovnis y la Madre Gea, todo es un
cúmulo de insensateces, de acuerdo, pero todo,
aunque tan aberrante, tiene un único y fantástico fundamento que vosotros no
alcanzáis a ver nunca: la necesidad ineludible de la especie humana de
dirigirse en busca del Dios que es su autor. También se quedó él ahora mirando a su amigo y
añadió, después de un instante: Lutero.- ..... Otra cosa es que, lamentablemente, se
pierda en todos los cruces y en todas las esquinas. Resumen: Teístas.- Siendo el
hombre inteligente y libre, puede crear cualquier tipo de necesidad o anhelo
personal al que no corresponda realidad objetiva. Pero si una necesidad es
universal en toda una especie y la especie ha tenido éxito, es que esa
necesidad ha sido satisfecha, lo que prueba que existe su correspondiente
objeto. La necesidad universal de lo divino, por parte de la especie humana,
es prueba de que esa divinidad trascendente existe en la realidad. Ateos.- La necesidad
universal de algo acredita la existencia de su objeto en el ámbito de lo
material. Pero extender el argumento desde lo biológico a lo psíquico no es
válido. La necesidad de Dios tiene otros fundamentos menos trascendentes,
tales como la inclinación hacia lo mágico y el anhelo de inmortalidad, no
porque Dios exista realmente. Teístas.- Las
necesidades espirituales y sus correspondientes objetos son tan reales como
las necesidades materiales y los suyos. Se siente necesidad de amor o de
justicia porque el amor y la justicia realmente existen y son partes
constitutivas del alma humana. Por la misma razón, la necesidad universal de
inmortalidad indica que la inmortalidad realmente existe y es parte
constitutiva del alma del hombre. Ateos.- En todo caso,
la verdadera necesidad que los ateos reconocemos en este aspecto no es de
inmortalidad, ni mucho menos de Dios, sino necesidad de una conducta ética,
que es cosa muy diferente. Bien analizado, resulta que no es una necesidad
vertical, sino horizontal, puramente social, solidaria con el resto de la
especie. Teístas.- La ética,
por sí sola, es incongruente con la naturaleza. La ley natural es la ley del
más fuerte, la ley del predador, la que sustenta el equilibrio universal.
Transgredirla con una ley contraria, una ley de amor y renuncia, no tiene
sentido si no está fundada en otra realidad que trascienda la naturaleza, que
trascienda al mundo. ---------------------------------- Esta publicación está destinada
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