(Imagen tomada del reportaje Winterda)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Argumentos antropológicos:

 

Los tres argumentos que siguen, llamados antropológicos porque arrancan de la propia naturaleza humana, están íntimamente entroncados entre sí, hasta el punto de que responden a una única y última realidad, la dependencia esencial del hombre respecto de su Creador; lo cual es lo mismo que demostrar la efectiva existencia de éste. Todo lo que sigue solamente es cuestión del ángulo desde el que se enfoque esa dependencia: puede argumentarse que el hombre es capaz de conocer intuitivamente la existencia de su Creador, puede argumentarse que tiene necesidad esencial de su Creador, y también puede argumentarse que la patria del hombre es su Creador, no el mundo

 

Facultad divinatoria

 

En relación con ese tipo tan vital de respuesta ante el problema de Dios, la que llamábamos intuitivo-afectiva al principio del libro, hay una serie de filósofos que defienden la existencia de una facultad especial, llamada "facultad divinatoria", que como su nombre indica, consiste en una aptitud específica del hombre para captar a Dios. Se trata de una forma oscura, a caballo entre el sentimiento y el instinto, que conduce al hombre a la seguridad de la existencia de Dios sin más.

 

Pero tampoco hay que encuadrar este modo de "adivinar" lo divino como algo básicamente irracional. No es cierto, como hoy día se dice sin fundamento, que la mayor parte de la gente culta, y desde luego de los grandes pensadores y genios de la humanidad, haya sido atea, y de ahí deducir que los asuntos de la fe son cosa del pueblo ingenuo, o mejor, ignorante. Nada tan lejano de la verdad como semejante afirmación. Son ciertamente ateos, en su mayoría, los pensadores de los tres últimos siglos, los que han resultado de la Ilustración y de las revoluciones científica, industrial y tecnológica, pero enfrente hay que situar toda una antigüedad clásica, mucho más numerosa y extensa en el tiempo, en la que la casi totalidad de los grandes genios, de una forma o de otra, eran espiritualistas y defendían la existencia de lo ultramundano. De todas formas y sin distinción de épocas, tan grandes pensadores como Platón, Aristóteles, Maimónides, Descartes, Kant, Hegel, Einstein o Planck están del lado de la creencia, no del ateísmo.

 

Volviendo a la facultad divinatoria, no parece necesario extenderse en los pormenores de cada una de sus teorías. Puede consultarse en cualquier teología la "fe afectiva" de Jacobi, el "sentimiento de dependencia de algo infinito" de Schleiermacher, el "sentido arcano" de Tomassino y el "sentido divino" de Gratry. Como se ve, incluso mencionan la existencia de un tipo nuevo de sentido, diferente a los sentidos externos por los que se captan las cosas, y diferente al sentido íntimo por el que se capta el yo: el sentido de lo divino. Únicamente Malebranche difiere de los anteriores y encuadra la facultad divinatoria, no en el ámbito de los sentidos, sino en el ámbito del conocimiento, más o menos así: el concepto de lo infinito no puede deducirse partiendo de la finitud del mundo, luego si el hombre tiene ese concepto es por intuición directa. Intuir la existencia de lo infinito de forma directa, es lo mismo que intuir la existencia de Dios por las buenas.

 

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© Gregorio Corrales.

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