Dibujo de Jesús María Navas
Dimas
(Última actualización: 15-05-2017)
“Luego
de beber los brindis y despedirnos de aquella gente de la tasca, salimos a la
calle. Había dejado de llover. La noche, como siempre, se deslizaba sobre el
agua del asfalto, siguiendo senderos luminosos de las farolas que recorrían
las calles en mil direcciones. Todo parecía hundido en una quietud
inmaculada, como si el vientre de la noche se hubiera vaciado para siempre.
Nuestros pasos avanzaban en la convicción de estar cometiendo una horrible
profanación en el silencio de la calle Ronda. No sabíamos de qué hablar
ninguno de los dos. Al
llegar a la esquina de Achuri, delante del puente
que cruza la ría, los dos nos detuvimos. Los dos seguíamos mudos. El viejo me
miraba con insistencia, como si quisiera grabar aquel momento en su memoria,
como si adivinara que aquel momento ya no se repetiría nunca más y quisiera
llevárselo intacto a la tumba. Al fin, abrió los brazos y me recibió contra
su corazón cansado. Permanecimos así instantes, segundos, eternidades. El viejo
hizo un supremo esfuerzo y ahogó cuatro palabras en mi oído. Yo no fui capaz
ni de eso. -
Adiós, amigo, hasta siempre. Y cada
uno seguimos nuestro camino, yo por ***
Con estas
palabras que acabo de transcribir del final de la novela, se despidió para
siempre mi entrañable y misterioso Dimas. Han pasado los años. No sé qué
camino tomó aquella última noche, pero sí sé que hoy ya habrá llegado al
final de ese camino y será feliz. Si estas pocas palabras te han enganchado,
amigo lector, abre el libro, no lo dejes para mañana. Dimas es una
novela que incluye ocho relatos. Lo escribí todo en los años ochenta. Por
entonces no se usaban todavía ordenadores, de modo que, como narro en primera
persona, escribía los capítulos de esta novela en una de aquellas máquinas
de escribir portátiles de entonces, en la habitación de un hotel, en el casco
viejo de Bilbao. Lo que
cuento son las conversaciones que mantuve con un personaje misterioso que
todas las noches encontraba en aquellas rancias tascas del viejo Bilbao. De
su vida privada solamente me confió que se llamaba Dimas, nunca quiso
compartir ninguna otra cosa conmigo, aunque la empatía entre los dos era tan
fuerte que podía yo contemplar, a través de su mirada, mi propio futuro. Dimas era un
impenitente pensador que se hallaba ya en el final de la vida y todo lo
miraba lejano. Sólo en una cosa éramos diferentes: Dimas había sido marino y
aventurero, había vivido tan deprisa y tan intensamente que, con la excusa de
los temas de conversación que surgían cada noche, sentados en cualquier
tabernucho, el uno frente al otro, como en un espejo, él siempre destapaba el
tarro de los recuerdos con alguna historieta de las muchas que había vivido por
esos mundos de Dios. Yo no, todo lo contrario, yo me paso la vida destapando
el tarro de lo que se cuece dentro de mí. Esas
historias del viejo marino, tan inesperadas y tan sorprendentes, vividas como
un auténtico cazaleguas en los lugares y ambientes más
impensables, constituyen los ocho relatos que tanto me impresionaron
entonces, por la forma tan insólita con que sonaban en mis oídos, y que ahora
resucito en memoria de él, en memoria de mi viejo e inolvidable Dimas.
Índice:
IV.- Anastas, El Griego
* * * Gregorio Corrales. --------------------------------------- Esta publicación está destinada únicamente a interesados
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