VI.- La inercia llamada “gravedad”

(última actualización: 10-06-2017)

 

 

Sólo con este título a la vista, es probable que el lector se haya revuelto en el asiento, es probable que le haya parecido una auténtica blasfemia científica, y es probable que haya surgido, en su interior, la protesta categórica de que la gravedad no es ninguna teoría, sino una verdad experimental. ¿Cómo se atreve este autor a confundir la gravedad con la inercia? Así es que tengo que hacer dos esenciales aclaraciones antes de continuar:

 

1.             En cuanto a la inercia, es posible que el lector no tenga una concepción exacta de lo que es y la considere lo que no es: una fuerza. Pero esta aclaración tengo que aplazarla hasta el final del capítulo, por razón del orden en la exposición de los temas.

 

2.             En cuanto a la gravedad, una cosa es la ley que rige los movimientos (ley de la gravedad, que es cierta), y otra distinta es la causa que origina esos movimientos y esa ley (la pretendida atracción de masas, jamás probada). El hecho avalado de que, los movimientos entre las masas, cumplen la ley de ser directamente proporcionales al producto de las masas e inversamente proporcionales a los cuadrados de las distancias, lo único que viene a probar es que el movimiento se comporta así, pero no prueba, en absoluto, cuál sea su causa. ¿Cuál es la causa de que se comporte así?

 

La explicación fácil, rápida y simple consistió en suponer que, si los cuerpos libres caen en dirección al centro de nuestro planeta, o si los astros giran unos con otros y el centro lo ocupan siempre los mayores, la causa de ese tipo de comportamiento sería que las “masas se atraen entre sí”. Pero esta suposición no deja de ser lo que es, una mera suposición jamás demostrada. Los intentos en ese sentido, como la famosa balanza de Cavendish, nunca han sido definitivos. Por tanto, es preciso desembarazarse de conceptos preconcebidos y deslindar entre dos cuestiones diferentes: una cosa es lo que son los fenómenos en sí mismos y otra muy diferente es la causa por la cual los fenómenos son como son. Aquí vamos a centrarnos en esto último, en lo más esencial, en cuál es la causa de que se produzca la gravedad.

 

El error que ha venido propiciándose hasta ahora, sobre el concepto gravedad, es muy fácil de comprender. Como lo único inmediatamente comprobable de cualquier proceso es el resultado final, es decir, en este caso el cumplimiento de la ley de la gravedad, el señor Newton no se metió en más veredas y proclamó su fabuloso hallazgo, la ley que rige el fenómeno. Fueron los demás los que se inventaron la explicación de que, tal fenómeno, no podía tener otra causa que la atracción entre masas.

 

Cuando Leibniz objetó que una atracción así, sin intermediarios, era absolutamente inverosímil (y todavía hoy sigue siéndolo, el pretendido portador “gravitón” sigue sin aparecer), Newton se limitó a declarar que él ni entraba ni salía, que también a él le resultaba extraña la explicación del fenómeno, pero que ahí estaba la ley y que la ley se cumplía. Pero comencemos por el principio, por la marejada de argumentos en contra que esto suscitó.

 

Voces y datos contra la “atracción de masas”

 

La existencia de la gravedad es una experiencia continua. Incluso aislados del exterior y en absoluto reposo, todos percibimos en nuestro interior el peso de nuestro propio cuerpo. Lo malo no es lo que nosotros pensemos sobre este fenómeno, lo malo es que este mismo pensamiento se extendió también al ámbito de la ciencia, y para colmo, como hemos dicho, el señor Newton descubrió la ley correspondiente, lo cual fue como acabar de santificar el concepto. Decididamente, la gravedad tenía que ser cosa del “poder de atracción de las masas sobre las masas”.

 

·               No solamente Leibnitz, junto a otros muchos matemáticos y filósofos, fue el que más se distinguió en el rechazo de este fantasmagórico concepto de la atracción de la materia sobre la materia, a distancia y sin intermediarios o portadores.

 

·               También Faraday insistió en esa imposibilidad de que un cuerpo pueda actuar sobre otro, de forma mecánica, sin enlace material de ningún tipo, exigiendo la acción de un "medio intermediario", cuestión esta de la necesidad del medio que fue probada científicamente, más tarde, por Hertz. Definitivamente, no había medio intermediario.

 

·               Riemann, uno de los grandes matemáticos del XIX, no sólo mantuvo la misma postura de rechazo, sino que hizo una premonición certera: “Las leyes del universo tienen su fundamento en la geometría del espacio, no en fuerzas”. Y, que sepamos, la geometría del espacio no es ningún tratado sobre impulsos de atracción, sino sobre líneas, figuras y espacios; es decir, justamente lo que en este trabajo hace este autor. Confieso mi admiración por Riemann, porque él intuyó lo que en este libro llevo yo a cabo, dos siglos después.

 

En el empeño de la ciencia de concebir el universo, en vez de como la geometría propuesta por Faraday, como un cúmulo de agentes específicos, aparecen las “cuatro fuerzas fundamentales”, cuya división no satisface a la propia creadora de ellas, la ciencia, y busca desesperadamente legitimarlas con el hallazgo de un tronco común, intento, hasta la fecha, fallido (Teoría de la Gran Unificación).

 

A este respecto, remito al lector al capítulo anterior de este libro, sobre el origen único de todos los movimientos rotatorios del universo, que no es otra cosa que la demostración de que ni son necesarias cuatro fuerzas ni tampoco su Gran Unificación. Ese pretendido “tronco común”, buscada por la ciencia, no es otra cosa que la curvatura divergente de la expansión dentro de la espiral plana, capaz de crear por sí sola, de forma natural y sin intervención de ninguna fuerza, todos los movimientos rotatorios del universo, en el macro y en el micro universo, hasta ahora adjudicados a las referidas cuatro fuerzas fundamentales.

 

Volviendo a la que aquí nos ocupa, la gravedad, resulta que es, dentro de las cuatro fundamentales, la que más problemas plantea. Parece que a las tres primeras se las tiene bastante bien chequeadas (lo cual no contradice lo aquí expuesto sobre la causa única de las cuatro), pero la cuarta, la gravedad, por el contrario (¡que enojosa adversidad!), parece que se resiste.

o              Los portadores de la nuclear fuerte están identificados y bautizados con el nombre de gluones.

o              Los de la nuclear débil, igualmente, ya fueron descubiertos en los ochenta y llamados bosones.

o              La fuerza electromagnética, casi todo el mundo sabe que tiene unos portadores muy conocidos, los fotones.

o              De la fuerza gravitatoria, sin embargo, .......

....... De la gravitatoria, sin embargo, no hay portador; o, para decir verdad, sí lo hay, ha pasado por la pila bautismal con el precioso nombre de "gravitón"...... sólo que, debajo de ese nombre, no hay nada, simplemente es un nombre que ya se le ha asignado para cuando aparezca, porque de momento, nadie ha conseguido agarrarlo. El gravitón es una mera hipótesis, no una realidad descubierta.

 

Y ya que hablamos de fuerzas, surge una legítima sospecha: no existe ningún efecto a distancia que sea de alcance ilimitado y que no pueda ser, de alguna manera, aislado o neutralizado, no existe ninguno cuyos efectos sean indefinidos en el espacio. Recordemos que el escudo de la atmósfera, por poner un ejemplo, absorbe potentísimas radiaciones del exterior. La radioactividad, a pesar de su enorme capacidad de penetración, puede llegar a ser inoperante con los debidos medios de aislamiento.

 

o              Sin embargo, cuando se producen fenómenos a enormes distancias de un centro de gravedad, incluso con grandes obstáculos interpuestos, se ven obligados a inventarse, también, que la citada atracción de masas tiene la insólita propiedad de actuar de manera indefinida en el espacio, y de sortear todo tipo de obstáculos.

 

Solamente la existencia de esta pretendida e increíble propiedad convierte a nuestra invitada, la “atracción de masas”, en razonablemente sospechosa; más aún, en categóricamente sospechosa.

 

¿Qué es realmente la gravedad?

 

Justo por este cúmulo de adversidades, la gravedad (entendida como atracción de masas) es tildada por sus propios defensores de "misteriosa", "enigmática" y "gran desconocida, sobre la que aún no se ha conseguido dar una explicación coherente". No es de extrañar. En este libro, sin embargo, sí la hay. El lector solamente tiene que acabar este capítulo y luego preguntarse si no ha leído una explicación, profundamente coherente, de cómo y por qué se genera esa fuerza tan conocida, llamada gravedad, que tiende a precipitar todo lo que rota hacia su centro de rotación….. pero tal y como ha quedado dicho exactamente: precipitar, es decir, desde fuera hacia dentro, y no al revés, atraer desde dentro hacia fuera, como la ciencia viene creyendo. ¿Le parece al lector excesivamente osado y revolucionario esto? Solamente le pido la paciencia de lo que tarde en leer este capítulo.

 

La gravedad no es lo que la ciencia viene suponiendo y jamás ha demostrado: una fuerza que opera desde dentro hacia fuera, en forma de una inverosímil “atracción de su masa”. Es justamente lo contrario: una inercia que opera desde fuera hacia dentro, generada por la combinación de los dos movimientos naturales: la expansión y las rotaciones.

 

Por lo que acabamos de ver, puesto que la “atracción de masas” no pasa de ser una hipótesis no demostrada, la gravedad, para la ciencia, consiste en una fuerza, pero una fuerza de etiología desconocida, a la que, desde Newton, tiene perfectamente estudiada por los efectos que provoca, y de la que, desde Einstein, sabe que es “equivalente” a la inercia. En 1907, Einstein declaró su Principio de Equivalencia: "Un sistema de referencia acelerado (inercia) es equivalente a un campo gravitatorio", de lo cual se han aportado numerosos ejemplos

 

o              Si el viajero de una nave espacial, al que se mantiene incomunicado y sin ninguna referencia exterior, pierde la ingravidez y siente el peso de su cuerpo contra el suelo de la nave, nunca podrá saber si ello se debe a que acaba de entrar en la gravedad de un astro, o a que la nave ha sido acelerada en su ruta por el espacio (inercia).

 

A esto cabe aquí añadir: puestos a investigar y a formular puras hipótesis, si el origen de la gravedad no es verdaderamente conocido, pero su estrechísimo parentesco con la inercia sí lo es ¿No pudiera ser que ese parentesco, tan íntimo como extraño, entre gravedad e inercia, se deba a algo más que a una mera equivalencia?

 

Si el propio descubridor de la equivalencia, el señor Einstein, se hubiera hecho esta misma pregunta, quizás hubiéramos ganado un siglo. Pero, una vez más, pasó por encima de su hallazgo sin enterarse de él, igual a como hizo tantas veces, como, por ejemplo, cuando descubrió que el universo estaba en evolución, pero, sin duda asustado, introdujo una constante en sus desarrollos matemáticos para que el universo siguiera siendo estable, como entonces se creía. Con el paso del tiempo, este error fue reconocido y deplorado por el propio autor.

 

ü             Einstein descubrió la equivalencia gravedad-inercia, pero no se le pasó por la cabeza plantearse si, efectivamente, se trataba de dos entidades diferentes con efectos iguales, o si los efectos eran los mismos porque realmente no estaba ante cosas diferentes, sino ante una única cosa: inercia (que es lo que en este libro demuestro).

 

No existe la equivalencia gravedad-inercia de Einstein, existe únicamente inercia, a la cual viene llamándose, en este caso concreto, “gravedad”.

 

Dado que eso llamado gravedad resultaba ser algo tan sumamente enigmático, de la cual tan pronto se entablaba discusión sobre su origen como se descubría que cumplía la inesperada condición de compartir efectos con la inercia, y dado que esto último tenía (para mí) todos los visos de ser la causa de tantos misterios, intenté averiguar qué ocurría en el espacio con los móviles y con la inercia, porque eso mismo ocurriría con la gravedad, después de escuchar al señor Einstein.

 

Para ello recurrí al supuesto más sencillo posible, puesto que no soy científico: un móvil que parte, a una velocidad indeterminada, de un punto cualquiera del espacio, en dirección a otro punto cualquiera. Y así pude determinar qué es lo que ocurre con la inercia en el espacio libre de la expansión general..... que es lo mismo que determinar que es lo que puede ocurrir con la gravedad de los astros.

 

 

 

 

·               Supongamos que 0 representa el centro mismo del universo (Singularidad), el punto desde el que se expande el espacio universal en forma de espiral plana, es decir, en un ángulo de expansión bastante agudo. Pero con el fin de facilitar la demostración gráfica, aquí he supuesto un ángulo mucho más amplio, el contenido entre los radios 0A y 0BB´, porque, a efectos de lo que aquí se trata, esto es indiferente.

 

·               Recordemos que el espacio no es una realidad inerte, sino una realidad que fluye como fluye el tiempo, por lo que todos sus puntos van alejándose continuamente unos de otros, y del origen 0, en razón al cuadrado de la distancia, que es lo que conocemos como expansión (capítulo IV).

 

·               Supongamos que A es el punto en el que arranca un móvil cualquiera y que se desplaza en dirección a B, de manera que la línea AB representa el recorrido del móvil en un tiempo determinado y a una velocidad determinada, ninguno de cuyos dos datos nos interesan, a efecto de lo que aquí se quiere demostrar.

 

·               Lo único que nos interesa es saber qué ha ocurrido con cada uno de los puntos de ese recorrido (AB), en el seno de la expansión, mientras duraba dicho recorrido.

 

·               Teniendo en cuenta todo lo anterior, durante el tiempo que invierte el móvil en hacer el recorrido AB, al margen del referido desplazamiento desde A hasta B, ninguno de los puntos de dicho recorrido habrán permanecido en donde en principio estaban. Debido a la expansión universal, en cada unidad de tiempo, habrán ido alejándose todos de 0 en razón al cuadrado de su distancia a dicho centro 0.

-                En cada unidad de tiempo, el punto A se habrá desplazado, por la expansión, hasta , siendo 0A´= cuadrado de 0A

-                En cada unidad de tiempo, el punto B se habrá desplazado, por la expansión, hasta , siendo 0B´= cuadrado de 0B.

-                Si trazamos desde el centro 0 el radio C perpendicular a AB:

En cada unidad de tiempo, el punto R se habrá desplazado, por la expansión, hasta , siendo 0R´= cuadrado de 0R.

 

·               Puede comprobarse, a simple vista (a pesar de las imperfecciones de mi dibujo), que el primitivo movimiento AB, que era recto, durante el tiempo invertido en el recorrido y debido a la expansión general del espacio, se ha transformado en el movimiento A´R´B´, que ya no es una línea recta, sino quebrada.

 

·               Puede comprobarse, además, que se quiebra abandonando la primitiva dirección AB y buscando la misma dirección de los radios de la expansión, en este caso, buscando identificarse con el radio OBB´.

 

·               Obviamente, si este mismo esquema lo realizásemos en todos los puntos de la recta AB, ya no resultará una línea quebrada en un solo punto, resultará una quebrada en todos sus puntos, es decir, una línea curva.

 

·               El resultado final es que, la primitiva trayectoria recta del móvil AB, se ha transformado, por efecto de la expansión, en una trayectoria curva que seguirá manteniendo la curvatura hasta identificarse con los radios de la expansión general, en este caso, hasta identificarse con el radio expansivo OBB´.

 

En el seno del espacio, todo móvil libre va siendo desviado por la expansión hasta ser integrado en la misma dirección de los radios curvos de la espiral plana.

 

Y es perfectamente lógico. La distensión del espacio expansivo arrastra consigo a las móviles. Acabamos de comprobar que en el espacio hay rutas de obligado cumplimiento para todos los móviles libres, y que esas rutas o líneas son, como no podía ser de otra manera, los propios radios curvos de la expansión en la espiral plana. La fluencia o despliegue del espacio en ese sentido, transporta a la materia y crea en ella lo que podríamos llamar la Inercia Expansiva (en adelante IE)

 

Pero, según hemos visto en el capítulo anterior, esta misma expansión que fluye en el sentido de los radios, creando rutas de obligado cumplimiento, engendra al mismo tiempo, debido a la divergencia de dichos radios, continuos movimientos rotatorios, los cuales, obviamente, vulneran la dirección de los primeros. El mismo espacio que crea la inercia expansiva en una única dirección, ese mismo espacio la vulnera generando sobre ella rotaciones. Y en el resultado de la combinación de ambos movimientos es donde radica la llamada gravedad

 

Visto este fenómeno desde la palabra, resulta un poco complicado, pero visto desde la imagen, resulta francamente sencillo. En la figura 7 aparece una rotación que, al tiempo de rotar sobre su centro en 0, va desplazándose a lo largo de un radio expansivo. Como resultado de la combinación de ambos movimientos, un punto cualquiera de la rotación, el punto A, al avanzar describe en el espacio una línea ondular. Sólo nos resta aplicar, sobre esa línea ondular, el efecto de la IE, para comprobar que dicha inercia, en su intento de reconducir al punto A hacia el radio expansivo que ha abandonado, se transforma en Inercia Gravitatoria, puesto que presiona al punto A en dirección al centro de rotación 0.

 

 

 

 

Lado izquierdo: figura una rotación (con su centro en 0 y dos puntos cualesquiera A y B), la cual, al tiempo de rotar, avanza a lo largo de un radio de la expansión, situado en su mismo plano.

 

Lado derecho: figura el detalle de la línea ondular seguida por el punto A, respecto al radio de la expansión, y la inercia que en cada momento presiona, a la citada línea ondular, hacia el centro de la rotación (gravedad)

 

·               El centro de la rotación (sea un astro único o sea un sistema de astros), al que llamamos punto 0, es el único que sigue fielmente un radio de expansión, ni gira alrededor de dicha línea ni se acelera-desacelera en relación a la velocidad expansiva de la misma. Por tanto, seguirá su camino en la expansión sin alteración ninguna (derecha: el centro 0 sigue el radio de expansión sin alteraciones).

 

·               Pero otro punto cualquiera de la rotación, el punto A, se ve sujeto a dos movimientos simultáneos: el mismo anterior de traslación por el espacio con todo el sistema, más el movimiento de rotación alrededor del punto central 0 (izquierda: el punto A rota alrededor de 0 al tiempo de avanzar con la expansión).

 

·               La conjunción de ambos movimientos simultáneos de rotación y traslación en un mismo plano, produce un movimiento ondular de A que he destacado en el lado derecho para mayor claridad.

 

·               En las sucesivas posiciones, a lo largo del recorrido ondulatorio, vemos que el punto A gira a un lado y al otro y se adelanta y atrasa en relación a la posición del punto central 0, que es el único que se desplaza por el radio de expansión y que es la referencia del sistema.

 

·               Estos cambios, tanto de dirección como de aceleración, del punto A respecto al centro 0 que navega por el radio de la expansión, provocan la actuación de la IE (figura 6), encargada de reconducir a todos los cuerpos hacia el radio expansivo abandonado.

 

·               En el diagrama del lado derecho puede comprobarse que, sea cuál sea la posición del punto A respecto al centro 0, la inercia expansiva le presiona hacia dicho centro, debido a ser éste el único punto de la rotación que navega por el radio de expansión. (derecha: todos los segmentos A0 dibujados con líneas discontinuas).

 

·               En este momento, la Inercia Expansiva, aunque sigue siendo la misma de siemprer, podemos pasar a llamarla Inercia Gravitatoria (IG), en honor al nombre “gravedad”, usado por la ciencia desde siempre.

 

Todo móvil que, a la vez de navegar en la expansión universal, lo hace rotando sobre sí mismo o dentro de un sistema, es presionado por la inercia en dirección al centro de rotación, por ser éste el único punto que no vulnera la dirección de la expansión. Así de sencilla es la inercia conocida como gravedad, sin intervención de fuerzas.

 

Ese efecto gravitatorio que antes nos presentaban como una fuerza de atracción desde dentro hacia fuera, similar a la de un motor de absorción que actuase desde el centro de la masa, realmente se trata de su inversa, de una inercia que actúa de forma similar a la de un motor de propulsión, que acciona desde fuera hacia dentro. Antes se apoyaba en una supuesta fuerza independiente y nunca demostrada (atracción de masas). Ahora se fundamenta, simplemente, en la inercia generada por la expansión sobre las rotaciones que se desplazan en su seno.

 

La gravedad es una inercia que actúa desde fuera hacia dentro, no una atracción que actúa desde dentro hacia fuera. La gravedad se genera por la combinación de los movimientos simultáneos de expansión y rotación, no por una supuesta “atracción de masas”, jamás probada.

 

La demostración es válida tanto para el macro como para el microcosmos, es válida para cualquier masa sometida a los dos movimientos simultáneos de rotación y desplazamiento, de forma individual o dentro de un sistema o de un subsistema, porque el espacio y su permanente fluencia está presente a todos los niveles, por recónditos que sean.

 

·               La concebida como “fuerza” nuclear, que une, girando, a protones y neutrones dentro del núcleo, a nivel subatómico, es la misma concebida como “fuerza” gravitatoria, que une, girando, materia con materia, a nivel cósmico. Ambas son una sola, la IG, en la cual varía la intensidad, pero no la identidad.

 

·               La concebida como “fuerza” electromagnética, que mantiene en giro a los electrones alrededor del núcleo, a nivel subatómico, es la misma concebida como “fuerza” gravitatoria, que mantiene en giro a los astros alrededor del baricentro de los sistemas. Ambas son una sola, la IG, en la cual varía la intensidad, pero no la identidad.

 

Por consiguiente, para poder dar explicación a la cohesión que muestra la materia a todos los niveles, tanto en el micro como en el macro universo, no hace falta suponer cuatro fuerzas diferentes (dos nucleares, electromagnética y gravedad) y luego, a la vista de este “fracaso dispersivo”, tratar de unificar las cuatro en una sola gran fuerza, que es lo que viene intentando la ciencia con su fallida Teoría de la Gran Unificación (TGU). No hace falta tal intento porque la responsable de la cohesión es una sola en todos los niveles de la materia, y no es ninguna fuerza, es una inercia, la inercia general del espacio por expansión interna (IE), que en este caso concreto he bautizado como Inercia Gravitatoria (IG).

 

Para explicar la cohesión de la materia a todos los niveles, tanto macro como microuniversal, no hace falta inventar cuatro fuerzas y tratar luego de unificarlas. Las cuatro son una sola naturaleza, la Inercia gravitatoria. La ansiada TGU jamás será resuelta por la ciencia.

 

Para un lector no habituado a estos temas, quizás se le haya quedado en el aire una precisión: ¿Por qué la gravedad actúa sólo hasta ciertos niveles y no continúa la contracción hasta llevar a las masas al colapso? En el universo, la obra perfecta es tan sumamente perfecta (en cuanto equilibrio) que no deja lugar a fallos. Apenas aparecida la materia, habría colapsado toda ella y no estaríamos hablando ahora.

 

o              En el caso de los sistemas, debido al inmenso espacio interior del propio sistema, la distensión, multiplicando, por elasticidad, el espacio en cada avance, compensa la presiona de la IG desde fuera y el sistema se estabiliza en unas dimensiones determinadas al llegar a ese punto de equilibrio, evitando el colapso de las estrellas en el baricentro (aunque no del todo, ver capítulo VII).

 

o              En el caso de los astros, debido a tratarse de una masa individual, la IG ha ido presionándola desde que se constituyó como nebulosa, hasta llegar a tal grado de concentración (el estado sólido actual), que se genera, en el centro del astro, el conocido como horno nuclear, cuyo efecto expansivo compensa al de contracción desde el exterior y el astro se estabiliza en unas dimensiones determinadas, al alcanzar ese punto de equilibrio.

 

Pero hay otra notificación que hacerle a ese lector no habituado a estos temas y que sin duda le interesará: ya sabe que las estrellas giran en torno a su propio eje, pero probablemente no sepa que no son rígidas, que giran, pero que no giran todas sus partes por igual, que giran de forma diferencial, con más velocidad en la zona ecuatorial que en las zonas polares. ¿Debido a qué?

 

ü            Esto es lo trascendente: debido a que la inercia gravitatoria de mi modelo de universo es mayor en la zona ecuatorial, por ser mayor el radio de la desviación ondular, que en la zona de los polos, en los cuales la desviación ondular es casi insignificante.

 

El hecho de que en las estrellas la rotación sea diferencial, más veloz en el ecuador que en los polos, constituye una prueba más del modelo de universo aquí presentado. A mayor desviación ondular de la rotación, mayor Inercia Gravitatoria.

 

Aclaraciones sobre la Inercia

 

El tema de la inercia es capital, y lo es por doble motivo: por las confusiones que reinan en cuanto a su naturaleza y en cuanto a su ámbito de realidad

 

1.             En cuanto a su naturaleza, la inercia no es una fuerza, como comúnmente se cree, es justamente lo opuesto, porque una fuerza genera cambio y la inercia todo lo contrario, preserva de los cambios. Estrictamente definida, inercia es la tendencia de cualquier realidad a conservar, de forma indefinida, el estado en el cual se halla. Es, por tanto, una propiedad de todas las cosas existentes (una propiedad, no una fuerza).

 

Ejemplos: La inercia de un objeto en reposo es mantenerse en reposo, mientras no lo impida la acción de una fuerza que lo ponga en movimiento. Y la inercia de un objeto en movimiento es mantenerse indefinidamente en movimiento, si ninguna fuerza se lo impide (un objeto lanzado, si no actuasen la resistencia de la atmósfera y la gravedad, nunca cesaría)

 

El motivo de la confusión se debe a que, en este último ejemplo, la tendencia a continuar su estado en movimiento, da la impresión de ser una fuerza cuando se intenta detenerlo; pero la impresión es falsa, puesto que la única fuerza es, precisamente, la ejercida para detenerlo, no la inercia del objeto.

 

Era necesaria esta aclaración sobre la inercia porque, quizás, el lector haya pensado que incurro en contradicción cuando mantengo que, en la formación del universo no intervienen fuerzas, pero a la vez y de forma repetida, hablo de la inercia para explicar la propia formación. No hay contradicción, puesto que la inercia no es una fuerza.

 

o              La expansión no es producida por ninguna fuerza (como se concibe, por error, en la teoría explosiva del Big Bang), sino por la distensión interna del espacio, lo cual, aunque es movimiento y genera inercia (la inercia expansiva que acabamos de ver), no es movimiento causado por la intervención de ninguna fuerza ajena al propio espacio, como ocurre en la teoría de la atracción de las masas.

 

o              Los movimientos rotatorios no son producidos por ninguna fuerza, son generados por la geometría del espacio, por la divergencia de los radios de la expansión, lo cual, aunque es movimiento y genera inercia, no está causado por la aplicación de ninguna fuerza ajena que intervenga.

2.             En cuanto al ámbito de realidad, la inercia no es una propiedad exclusiva de la materia, como la define la física, puesto que todo movimiento puede generar inercia, pero no todo movimiento necesita materia. El movimiento y su inercia no es propiedad de la materia, es una propiedad universal, porque toda la finitud es inestable (posibilidad de reposo y de movimiento, generadores de inercia). Únicamente lo infinito es inmutable.

 

Si en el ámbito de la física se asocia la inercia exclusivamente a la materia, es debido, precisamente, a la “visión exclusivamente física” que esta ciencia tiene de toda la realidad universal. Es normal (aunque erróneo) que las ciencias particulares restrinjan los conceptos universales a las parcelas propias de su visión parcial del todo.

 

Cualquiera sabe, por experiencia personal, que, en el ámbito psíquico, la tendencia a repetir determinadas actuaciones no tiene otra justificación que la repetición en sí misma (inercia), y que basta una firme decisión interna para detenerlas (la intervención de una fuerza). El concepto de eso tan sumamente común, conocido bajo el nombre de “costumbres”, no tiene otro significado que el de la pura inercia. Como antes decía, la inercia no es una fuerza, es una propiedad, pero una propiedad universal de todas las cosas, no solamente de la materia

 

El fantasma “materia oscura”

 

Si la atracción de masas, aunque generalizada su aceptación, ha resultado siempre tan chocante y controvertida, su hija, la materia oscura, más aún; y si de la primera nadie ha podido demostrar todavía su existencia, de la segunda, por supuesto, tampoco. Antes hablaba de la trascendencia tan inmensa que esta nueva visión de la gravedad, que aquí expongo, encierra, y éste es un ejemplo más. Al desmantelar el viejo concepto de la atracción de masas, se desmantela, de paso, todo concepto con él relacionado, como es el de la existencia de la pretendida “materia oscura”, otro molesto fantasma en el castillo cosmológico. ¿Por qué la ciencia se ha visto obligada a suponer la existencia de este ilustre intruso? La respuesta, a continuación:

 

o              La ciencia se ha visto obligada a suponer la existencia de más materia que la visible porque la visible, concebida como atracción de masas, no es capaz de explicar todos los movimientos que se producen.

 

En el lógico empeño por descifrar el futuro del universo, por saber si va a consistir en una expansión indefinida o, por el contrario, van a producirse ciclos de expansión-contracción, incluso si el universo es temporal o va a ser eterno (consultar capítulo VIII, Destino del universo), los científicos han diseñado todo tipo de teorías, hasta que Friedman quiso aunarlas y estableció un criterio que, mientras se crea en la atracción de masas, parece bastante razonable, a saber: Si el universo es sólo expansión o si volverá a contraerse, la respuesta se halla en la cantidad de materia. Se precisa, por tanto, la medición de la masa universal

 

o              Si la masa universal fuese abundante y su densidad, en consecuencia, alta, la gravedad vencerá finalmente a la expansión y todo retornará al origen.

 

o              Si, por el contrario, fuese escasa, la gravedad nunca podrá con la expansión y el universo se expandirá indefinidamente.

 

o              Y no solamente Friedman se atrevió con la teoría, incluso se atrevió a fijar un umbral, un valor crítico de densidad, por encima del cual sucederá lo primero y por debajo del cual sucederá lo segundo.

 

Según la nueva visión que ahora propongo, huelga el fondo teórico de Friedman, ya que el universo, como luego veremos en el penúltimo capítulo, no tiene otro destino que su desaparición, y su última realidad, antes de morir, no será ni la expansión indefinida ni la contracción, ninguna de las dos cosas (ya lo advertí desde el principio: al cambiar los pilares del universo, todo cambia, el universo es otro, en nada parecido al anterior).

 

Pero la cuestión palpitante a que esta tesis de Friedman nos lleva, de momento, es a que, en el afán de medir la masa universal para obtener la densidad media, y con ella la respuesta deseada respecto del futuro del universo, los astrofísicos se dieron de bruces con un problema absolutamente inesperado, insólito, realmente insólito:

 

o              Según qué método empleasen para medir tal masa universal, los resultados eran escandalosamente dispares.

Uno de los métodos fue medir la masa de una galaxia y, por multiplicación, obtener el cálculo del cúmulo entero. El otro consistió en calcular, de forma directa, la masa del cúmulo. Para ello utilizaron, como herramienta de cálculo, los movimientos de los astros y la suposición de que esos movimientos se deben a la atracción de sus masas (hete aquí la cuestión, la cadena de errores a que conduce un error inicial).

 

Ya se contaba con que el resultado no podría ser el mismo por un método que por el otro, dado lo imperfecto siempre de estas macromediciones, pero nunca esperaron que las diferencias fuesen tan disparatadas. Por el primero de los métodos (suma de las galaxias), la densidad únicamente alcanzaba al 5 o el 10% del umbral, mientras que por el segundo (el cúmulo entero), prácticamente alcanzaba el 100%. El problema se presentaba molesto. ¿Cómo explicar tal desaguisado?

 

·               La respuesta ya está en este libro: el desaguisado se debe al erróneo concepto de lo que es la gravedad, atribuyéndole una naturaleza que no tiene (atracción de masas) y, como consecuencia de ello, suponer que en el ombligo de todos los fenómenos universales está siempre situada ella, la de siempre, la niña bonita de la física, la masa; en vez de situar el espacio y su naturaleza y geometría.

 

·               Era inevitable que, al hacer el cálculo directo de la masa en los cúmulos, que son formaciones con distancias interiores inconmensurables, movimientos gigantescos y velocidades de vértigo, porque están en proceso de expansión, el valor de la masa, responsable de tal derroche de actividad, se disparase.

 

·               Todo lo contrario tenía que ocurrir cuando se calculó la masa por suma de lo que acontece en las galaxias, las cuales están en fase de contracción, de concentración en el bulge, de hacinamiento de su masa y menos movimiento. Y ocurrió.

 

·               Pero es que la realidad no es así. La gravedad ni es una fuerza ni es la autora de los movimientos, sino todo lo contrario, es una inercia y es el resultado de los movimientos. La gravedad no engendra sistemas rotatorios que navegan en la expansión, son los sistemas rotatorios que navegan en la expansión los que generan inercia gravitatoria (capítulos III, IV y V).

 

Consumado el error y su disparatado resultado, la deducción de los científicos fue inevitable: si por los movimientos de un cúmulo resulta una gravedad mayor que la que resulta por la suma de los movimientos de sus galaxias, y si la gravedad revela incuestionablemente la existencia de masa, quiere esto decir que hay algún tipo de masa que no es visible. Sin duda tiene que haber otra materia, ni vista ni oída ni comprendida, pero evidente por sus efectos gravitatorios. Y para distinguirla de la materia visible o bariónica, fue bautizada como "materia oscura", que representa nada menos que el 90% de toda la materia existente y que:

 

-                No hay prueba experimental ninguna de su existencia, salvo la simplemente deducida de los tan equivocadamente obtenidos efectos gravitatorios.

-                Hay abundantes evidencias circunstanciales de que no está compuesta de protones, neutrones y electrones como la materia de verdad, esa que sí nos consta que existe, la bariónica.

-                También se sabe que no participa de las fuerzas naturales del resto de la materia conocida, es decir, las dos nucleares y la electromagnética.

 

¿Y qué más? ¿No debería ser todo esto más que suficiente para que, siquiera un científico, se parase a señalar con el dedo la probable causa del descalabro, la atracción de masas? Pues no, no ha habido ni uno solo, y eso que se dedican a ello. Parece que, de los descalabros, los científicos solamente son capaces de obtener fantasmas. Y si, como aquí hemos visto, resulta que los movimientos del universo pueden ser explicados sin necesidad de recurrir a los amores de la materia por la materia, ¿por qué inventarse un actor que no estaba en el reparto, solamente porque en el ensayo parece que hay una silla vacía? En este caso, tratándose de una representación tan real y natural como es la del mundo que tocamos, parece que poner una silla sin motivo, y menos sentar en ella a un fantasma, resulta poco científico.

 

El fantasma conocido como “Materia oscura” no es otra cosa que el parto del otro gran fantasma cosmológico, el conocido como “Atracción de masas”.

 

 

 

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© Gregorio Corrales.

 

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(Imagen tomada del reportaje “El arte de fotografiar”)