II.- (última actualización: 10-06-2017)
Esta historia es
preciso comenzarla por donde todo el mundo la conoce, por el celebérrimo Big Bang, 1.
El Instante Cero El instante cero o instante teórico, representa el “desconocido origen del Origen”, es decir, la causa matriz o
primera que hay debajo de este proceso de la realidad universal, desconocido
para la ciencia, pero no para la metafísica, y que necesariamente existió. 2.
La aparición
de la finitud ( 3.
Al primer
mundo invisible, el de la energía (un punto matemático), sucedió el segundo
mundo tangible, el de la materia (una partícula). Pero en ambos estaba ya
contenido, en potencia, de forma virtual, todo el cosmos conocido. 4.
El Gran Desencadenamiento La inmensa
compresión a la que estaba sometido el cosmos dentro de El Instante Cero Al instante cero
también lo he nombrado como el instante
teórico, puesto que su existencia es solamente alcanzable de forma
teórica, no de forma empírica. Ya he dicho que la ciencia no es capaz de
determinar el porqué de esa primera manifestación física, El Agente
o causa Eficiente de la finitud no pudo ser otro que quien es la fuente misma
del ser: el Ser Infinito. La finitud (el ser recibido), tiene su origen en la
infinitud (el ser en sí mismo). Ese instante cero en el que una mano misteriosa depositó el germen de
la finitud, en forma de energía, únicamente puede ser abordado desde la
filosofía, jamás desde ninguna ciencia positiva, y la razón de lo que afirmo
es obvia: a estas alturas, todavía la física no ha sido capaz de dar una explicación
(ni jamás podrá darla) de en qué consiste exactamente la propia energía. La
detecta por sus efectos, pero no sabe qué cosa es. ¿Cómo podrá entonces explicar el origen del universo, si ese origen
no fue otra cosa que pura energía? Para
aclarar este misterio del instante cero, la primera reflexión es la siguiente: ·
En la finitud (el
universo) todo es contingente, todo es causado, todo es inestable, se muda y
desaparece, nada tiene el ser en sí mismo, nada es inmutable….. Luego si el universo, en conjunto, es una
pura contingencia, si no tiene el ser en sí mismo, otra realidad se lo ha
dado, de otra realidad procede. ·
¿Cuál es esa otra realidad anterior a la finitud y causa de la misma,
la que antes he bautizado como causa eficiente, la realidad del Instante
Cero? La única certeza absoluta que nos
consta es que eso anterior nunca pudo ser de la misma naturaleza que el
propio cosmos, pues en tal caso no sería anterior, no sería su origen,
sería ya también universo. Supongo que esta certeza, que derriba tantas
hipótesis y leyendas en este tema, no admite discusiones. Estoy refiriéndome a
teorías como la del “universo cíclico”, la de “aparición desde la nada” o las
especulaciones científicas sobre “lo anterior a o
Una onda-partícula es
ya universo en sí misma, por lo cual, esta hipótesis teórica que busca el
origen del universo en una “onda-partícula”, constituye una tautología,
semejante a afirmar que “el origen del universo es el propio universo”. ·
No nos restan, pues, nada más que dos opciones: o esa
realidad anterior es, como queda dicho, distinta al mundo y ajena al mundo,
situada fuera de él y que no participa de su naturaleza, o esa otra realidad
es la “nada”. ·
Pero la “nada” consiste en una pura construcción mental, no
una cosa realmente existente (Consultar mi libro La otra filosofía. Existe el “vacío”, lo cual no debe ser confundido
con la “nada”) . ·
Luego el mundo procede de otra realidad exterior, diferente
y superior, de la cual únicamente sabemos que consiste en el Ser en sí mismo y que, por eso precisamente,
tiene potestad de donarlo. El instante cero y los
símbolos matemáticos Cuál es esa misteriosa
entidad tan superior y tan diferente, capaz de donar el ser porque consiste
en el Ser en sí mismo, ya la he identificado en los párrafos anteriores como
el Ser Infinito, identidad que está
en la mente de todos con otro nombre más asequible (Dios). Pero como éste no
es un libro de teología, busquemos otras vías de investigación más sencillas,
como la vía de los números, que para eso
son precisamente los símbolos de las magnitudes, y de lo que es magnitud es
de lo que estamos hablando, del universo. Por eso he titulado a este primer instante como el “cero”, y lo he
hecho así por doble razón: no solamente porque el cero es el primero en el
orden del proceso, sino también porque el cero representa el concepto de
lo infinito, que es, precisamente, la causa eficiente y origen de todo. Pero
en este nuevo intento matemático ocurre algo inesperado: o
La escala numérica se
representa por guarismos, pero hay uno que realmente no lo es, el cero, el
cero representa justamente la antítesis de la magnitud, representa la
no-magnitud. o
Sin embargo, el cero, a pesar de no ser
magnitud, es el origen de las magnitudes, es el origen de la escala numérica o
Aplicado esto a mi
teoría, lo infinito (el cero), a pesar de no ser finitud, es el origen de la
finitud (los números). Pero, al margen de especulaciones, lo importante es que el lector
comprenda rectamente estos dos conceptos: los números o finitud por un lado,
y el cero o infinitud por otro; porque el común de la gente maneja
suposiciones que nada tienen que ver con la realidad. Para ellos, como el
cero es lo que no representa medida ninguna, lo asimilan a la nada. Sin
embargo, más arriba sitúan a los números porque es aquello que ya mide algo.
Y por encima de todos los números, sitúan lo infinito, aquello que
"mide" tanto que nunca se acaba (lo cual es contradictorio, puesto
que todo lo que mide tiene necesariamente un fin). Pues bien, estos conceptos
tan socorridos son un error lamentable que no responde a la realidad. o
Ni el cero es la nada
ni lo infinito es una magnitud tan enorme que se pierde de vista; ni el
primero está por debajo ni el segundo por encima de la finitud universal. o
El cero y el infinito
representan lo mismo: aquella perfección que es ajena al universo porque no
es medible, no es limitada, no tiene principio ni
fin, y constituye la única realidad existente en sí misma y origen de la
otra, la de la finitud medible con números. El origen de la realidad medible (finitud universal) es la realidad opuesta, la de
lo no medible o infinito. De ella surgió el Instante
Cero. La posición habitual de los cosmólogos,
cuando explican el origen del universo, es la de partir directamente del Big Bang, silenciando toda
referencia al previo instante cero, que obviamente existió, y del cual acabamos
de dar una explicación necesariamente metafísica, puesto que de ninguna otra
manera puede ser explicado. Las escasas teorías que manejan los astrofísicos,
tienen en común todas ellas, como ya dije antes, el intento, inevitablemente
fallido, de querer fundamentar la aparición de la finitud en la propia
finitud, lo cual conduce a soluciones tautológicas que nada resuelven Los
cosmólogos no creen en los milagros, pero, leyéndoles, da la entera sensación
de que esa aparición tan inexplicable de Según lo aquí desarrollado, sin embargo, el
proceso fue algo más laborioso, aunque los pasos consistieran sólo en
auténticos instantes, en el más riguroso sentido del término (el instante de la aparición de Todo lo que rodea al misterioso origen del
universo resulta tan fascinante y tan increíble, que no es de extrañar el
nombre con el que la ciencia lo bautizó de inmediato: Singularidad. Da igual
a cual de las dos Singularidades nos refiramos, si a la invisible energía de
la primera o a la insignificante partícula de la segunda. En cualquiera de
los dos casos, singular por todo: por constituir un hecho único, irrepetible;
singular por lo insospechado para los parámetros de nuestra pobre experiencia;
y, por supuesto, singular por la increíble capacidad de almacenar todo un
universo dentro de su humildísima presencia. Ahora estamos con la primera Singularidad, y aunque invisible,
resulta más creíble que la segunda por un hecho capital: porque se trataba de
energía. Sobre la energía he hecho ya tantas referencias en mis libros,
que resulta indisimulable mi “sectarismo energético”.
Se trata del motor del mundo, pero un motor invisible, indetectable, que
ni ocupa espacio ni tiene ninguna otra propiedad sensible, por lo que más
bien pudiera decirse que se trata de un motor-fantasma, cuya existencia
únicamente nos consta por el ruido de las cadenas que arrastra (léase por los
efectos que produce). Tan esquiva y tan misteriosa que la ciencia jamás ha dado explicación
ninguna sobre su naturaleza. Y es lógico que así sea, porque la ciencia no
habla de nada que caiga más allá de los horizontes de la propia ciencia. En
este caso, lo único que está dentro de su horizonte es el orden en el que
energía y materia se suceden: o
La materia es un todo hecho por acumulación de energía,
pero la energía no está hecha de nada, a pesar de que por acumulación sea
capaz de formar el todo llamado materia. La energía es la primera de las dos
y fuente de la otra. Porque la energía es antes que la
materia, lo primero fue un punto matemático, invisible, constituido
únicamente por energía. Éste fue el auténtico amanecer del Cosmos. Si la
energía es antes que la materia y fuente de la materia, ya tenemos resuelto
el enigma de ese puntito maravilloso en el que se originó el universo: era un
punto fabuloso en cuanto a la potencia que encerraba, pero también un punto
verdaderamente fantasmagórico, sin dimensiones, sin masa, es decir, un punto
en el más estricto sentido de la palabra, un punto puramente matemático, como la propia ciencia
dice cuando a él se refiere (aunque a continuación se contradice y lo concibe
como partícula), debido a que se trataba sólo de energía y la energía ni
ocupa espacio ni ocupa nada, es sólo una potencia,
una virtualidad. Qué cosa es
la materia, lo tenemos muy claro. Qué cosa es la energía, no, en absoluto.
Estamos ante una pura capacidad de
producir todos los fenómenos del mundo físico, pero que en sí misma no tiene
entidad física, aunque tampoco es la nada, es “algo”. Así es que, ese algo,
no detectable de forma directa, pero sin duda existente debajo de la materia,
es la misma cosa que la ciencia llama energía,
Aristóteles llamaba materia primera, y la filosofía espiritualista no la llama
de ninguna manera, porque considera que eso que llamamos energía es la mano
del Creador. La
energía es la forma pura de la finitud, y así apareció en el primer instante del
cosmos. De ella solamente percibimos el disfraz grotesco de su condensación
en forma de materia. Un lector atento es muy posible que haya detectado un bache en el
curso de los acontecimientos, tal como están narrados, porque ¿De dónde ha surgido este empecinamiento
en suponer que el universo se desarrolló a partir de un simple punto?
Hasta el siglo anterior, se había dado por descontado que el universo siempre
había sido el mismo, con sus sistemas galácticos y sus infinitos espacios
siderales. ¿Por qué ahora se empeñan en
algo tan estrambótico como que al principio no era otra cosa que un punto? Se impone, por tanto, aclarar cómo los científicos han llegado al
convencimiento de que esa fabulosa Singularidad existió de verdad en algún
momento; y el método para llegar a ese convencimiento ha sido sencillo:
simplemente observar la evolución de los movimientos, dentro del cosmos, y
ponerse luego en marcha en sentido contrario, en el sentido del retroceso. Se
trata de una breve historia que podríamos titular “Desandando el camino”. Desde el descubrimiento de Hubble, en
1929, sobre el alejamiento continuo de los sistemas estelares entre sí, y más
tarde desde el de Penzias y Wilson, en 1965, sobre
la existencia de la radiación de fondo,
la astrofísica se ha puesto a desandar el camino y ha llegado a una
conclusión: si el espacio está en continua expansión, hecho avalado por el
incesante alejamiento entre sí de todos los sistemas, los cosmólogos han
pensado, y parece que con bastante lógica, que retrocediendo en esa
expansión, el origen de la misma será el origen del propio universo. Se trata, por tanto, de desandar edades y llegar de nuevo al
alumbramiento. Y tampoco hace falta ser cosmólogo para darse cuenta de que,
un cuerpo cualquiera en expansión, al que se le busca el origen retrocediendo
en el sentido inverso a dicha expansión, es decir, en el sentido de la
contracción, a fuerza de comprimirlo y comprimirlo, acabaremos por dar en una
partícula tan concentrada y minúscula que resulte difícil de explicar.
Y ahí es donde se para la ciencia en su investigación, porque todo lo
anterior que acabamos de exponer hasta llegar a esta partícula, “también cae
fuera de sus fronteras”, como antes dije. o
El Instante Cero, por
supuesto, le cae lejos a la ciencia porque es cosa sólo accesible desde la
metafísica. Y en cuanto a Así de fácil hemos llegado a descubrir el “origen”, pero con
minúscula, no el Origen escrito con mayúscula, porque ése era el de la mano
creadora y la energía y ya lo hemos dejado atrás. Este segundo origen es el
de la ciencia, el que, desandando el camino de la expansión, llega hasta una
partícula material, se conforma con el hallazgo y lo considera el ombligo del
mundo, sin interesarle tanto qué es lo que pudo haber antes. Ahora ya estamos
ante la segunda Singularidad, que es la misma de antes, pero convertida en
materia, bajo la forma cuántica mas incipiente de las primeras partículas subatómicas.
Y entre la una y la otra, entre aquella y esta Singularidad, no han
transcurrido nada más que unas milésimas de segundo. La materialización ha
sido casi inmediata. o
Tampoco esto de las “partículas subatómicas” se trata de
nada nuevo. La filosofía espiritualista ya había postulado que, dividiendo la
materia incesantemente, y puesto que el número de divisiones no puede ser
infinito, en la última de las divisiones se llegaría a unas partículas tan
elementales que resultarían indivisibles...... indivisibles en cuanto
materia, claro, porque, de volver a dividirlas, ya solamente se obtendría la
“nada” (obviamente, hoy diríamos la energía). o
Estas partículas últimas e indivisibles de la finitud,
preconizadas por la filosofía, son las que, hoy día, la ciencia ha llegado a
identificar mediante la física cuántica, son los protones, neutrones y
electrones que aparecieron, unas milésimas de segundo después de la primera Singularidad,
por integración de la energía en forma de materia. Al instante cero de la
causa eficiente, sucedió un primer universo invisible, indetectable (un punto
matemático, sólo energía), al cual sucedió un segundo universo casi
instantáneo, por integración de la energía en materia, transformando el punto
matemático en punto físico. Aunque la
diferencia entre una y otra Singularidad fuese únicamente de milésimas de
segundo, la diferencia, en cuanto fenómenos, es tan radical que cada una de
ellas es capaz de explicar su papel, en la formación del cosmos, sin lugar a
interrogantes. Todo fue vertiginoso, a mayores velocidades que la de la luz,
pero todo se consumó en el necesario orden; no en vano la formación del
universo es el mayor de los milagros del propio universo. De manera que el
proceso se culminó con el último de los cuatro instantes, el instante del
desencadenamiento final. El Gran Desencadenamiento
·
·
Pero, así como la energía es una realidad virtual y “cabía”
toda ella en un punto también virtual, un punto matemático, la materia es una
realidad física y necesitaba un punto, cuando menos, detectable, un punto
cuántico, una partícula, por muy elemental que fuese. ·
Y así ocurrió: La energía de ·
·
Es en esa “partícula” inicial en la que la ciencia sitúa la
aparición de los primeros protones, neutrones y electrones, la primera
multiplicación de la materia, cuando solamente había transcurrido 1 centésima
de segundo ·
No obstante, todo el universo encerrado en una simple partícula,
resulta un fenómeno tan verdaderamente inusitado, tan inverosímil, que
ocurrió lo que necesariamente tenía que ocurrir. ·
Soportaba una presión tan descomunal que la ciencia la califica
de “infinita”. Tan “infinita”, efectivamente, debió ser que sus partículas
“enloquecieron” (por describirlo de alguna manera), con dos efectos
inmediatos: o
Su temperatura se elevó hasta los 100.000 millones de
grados. o
Entraron en colisión unas con otras, hasta que ese estado
infernal del interior de ·
En esta nueva “puesta en marcha” del cosmos, por tanto, el
movimiento universal no se inició (como hasta ahora ha supuesto la ciencia)
con la explosión de un Origen estático, sino que el movimiento estaba ya en
el universo en el propio Origen, en su interior, en forma de rotación. Esta
posibilidad del movimiento interno de rotación jamás se lo ha planteado
ningún astrofísico, pero es indiscutible que ningún astrofísico puede
negar tal posibilidad. 1.
Por razones físicas.- Nadie, y menos un científico, puede
negar la posibilidad de que, si lo que había en 2.
Por razones comparativas.- Si la propia ciencia admite que
esa primera materia de 3.
Por razón de los hechos probados.- Aparte de estos
fundamentos lógicos, es un hecho comprobado que, en ese mismo nivel de
lo subatómico, dentro del núcleo del átomo, los protones y neutrones rotan
entre sí, según la propia ciencia ha detectado por el “momento magnético
nuclear”. Demostrada
la posibilidad física del citado movimiento, el motivo para proponerlo no es
gratuito ni caprichoso, parte de una auténtica razón lógica, a saber: constituye la única teoría capaz de
explicar la forma plana, ya comprobada científicamente, de nuestro universo. ·
Así fue el Gran Desencadenamiento, el cuarto y último instante,
aquél en el cual, todo ese colosal y comprimido universo que encerraba en su
interior ·
Pero esa expansión no podía ser, como a primera vista
cabría suponer, igual a como lo hace la explosión de cualquier objeto que se
proyecta fuera de sí mismo, en todas las direcciones. o
Primero, porque no estamos ante una explosión. El manoseado
Big Bang (Gran Explosión)
nunca existió. De existir, habría engendrado un universo esférico, y el
universo no es esférico, es plano. o
Segundo, porque lo que no es estático, lo que está sometido
a movimiento de rotación sobre su propio centro, no puede expandirse en todas
las direcciones, solamente puede expandirse en el mismo plano en el que está
rotando. o
Tercero, porque lo que está rotando sobre su propio centro,
además de expandirse únicamente en el mismo plano en el que está rotando, no
se expande en radios rectos, sino en radios curvos, como acontece en
cualquier desencadenamiento de una rotación. ·
Acabamos de llegar al final de la puesta en marcha del
cosmos: un desencadenamiento en forma de espiral plana, es decir, en el mismo
plano en el que estaba rotando y según los infinitos radios curvos de una
espiral. Si el universo es plano
y se expande, no pudo tener otro origen que el desencadenamiento de una
rotación en su propio plano, y una rotación que se desencadena en su propio
plano, forzosamente, lo hace en radios curvos. El cosmos es, forzosamente,
una espiral plana. Parecen
precisas algunas aclaraciones sobre este universo así contado. La primera
pudiera referirse a la dilación (quizás en el pensamiento del lector) sobre
el momento de producirse el desencadenamiento final, como si la teoría
buscase una complicación innecesaria. No hay tal dilación, no pudo ser antes.
La energía cumple la insólita condición de que, aunque es la autora de la
materia, depende de su propia obra, la materia, para actuar, de forma que,
sin ella, la energía desaparece. Basta un hecho para comprenderlo: La energía
que nos llega del sol calienta nuestro planeta, pero hasta llegar a nosotros
recorre un espacio inmenso al cual no calienta en absoluto. ¿Por qué? Pues porque ese inmenso
espacio está prácticamente vacío, y si no hay materia sobre la que actuar, desaparece
la causa de todas las actuaciones, la energía. Con esto
queda aclarada la duda. Pero quizás
la aclaración más urgente sea otra, sea la referida a esa afirmación tan
reiterada que he hecho de que “el
cosmos estaba todo entero en el Origen y, lo único que ha hecho, ha sido
desplegarse”. En esto no tengo una simple sospecha, tengo una plena
seguridad de que algún lector me objetaría que, según lo cuento, parece que el
cosmos estaba todo él comprimido en Por
supuesto, amigo lector. No pretendo que de esas palabras mías se infiera lo que
acabas de reprocharme, con todo fundamento. Es obvio que en Una vez convencidos de que un día existió ü
Esa es precisamente la
ventaja de la filosofía, el único saber que es capaz de contemplar lo que
sucede en la plaza pública desde arriba, en su totalidad, no desde la visión
angular de las esquinas de las diferentes bocacalles que desembocan en la
plaza, que es como lo ven todas las demás ciencias particulares. En cuanto a los otros dos aspectos inquietantes, el dónde y
el cuándo de su aparición, son más fáciles de determinar. El cuándo,
el cálculo de la edad del universo, a partir del dato de la velocidad de
expansión actual, su edad ha sido cifrada, aproximadamente, en quince mil
millones de años. El dónde, el lugar en el que situar ese punto
inicial depende, como es lógico, del modelo de universo que se considere.
Para el autor de este libro, resulta claro que, si el cosmos consiste en una
espiral plana, Esta verdad geométrica viene a caer, como anillo al dedo, a la
teología. El centro de una espiral plana cumple la doble condición de ser el
centro causal de la espiral y, a la vez, estar fuera de la propia espiral Algunas “Teorías
novedosas”
En el afán (necesariamente fallido, como ya he dicho) de algunos
científicos por hallarle a ese milagroso punto inicial una explicación
causal, dentro de los límites de la propia ciencia, han procedido a
estudiarla introduciendo nuevos criterios, tales como aplicar sobre ella los
principios de la mecánica cuántica, basándose en la circunstancia de que
Singularidad y mecánica cuántica militan en la misma escala de las
dimensiones. Pienso que es obligado hacer una breve referencia a ellas. Podría
haberlas ignorado a la hora de escribir este trabajo, es cierto, pero tampoco
deseo que se tome el silencio como ignorancia de su existencia, como falta de
información. Para evitar confusiones entre la síntesis de estas teorías y mis
comentarios, utilizaré dos tipos diferentes de letra. La
tesis de la onda-partícula parte de que si el universo surgió de una
partícula subatómica (primer
error), le es aplicable esa dualidad
característica de todo el mundo subatómico, la de comportarse, de forma
indiferenciada, según partícula y según onda. Pero se tome la que se tome de
las dos posibilidades, el origen del universo resulta siempre ilocalizable. La onda es, por su naturaleza, imposible
de repatriar a un lugar concreto. La partícula, en principio, sí es
localizable, pero tratándose de una partícula cuántica, por el principio de
incertidumbre de Heisemberg tampoco resulta
localizable. La
conclusión final de esta tesis es que, si la onda-partícula del origen no es
localizable, desaparece el problema por irresoluble y carece de sentido
seguir preguntando cuál fue el punto inicial del espacio y el tiempo. Esta teoría sería aceptable si no estuviera fundamentada sobre un dato
falso, ya denunciado en páginas anteriores: Partir de que El
segundo escenario, descrito como "Creación sin fronteras", también se
conforma con localizar el dónde, pero lo intenta partiendo de otra fuente de
comprobación diferente a la de la partícula-onda. En este caso se trata de la
formulación matemática de que “todos los puntos de la superficie de una esfera
son equivalentes”. Asimilando luego esa superficie de esfera al universo (nuevo error), el punto inicial de éste, el Big Bang, no puede ser localizado, puesto que todos los
puntos en la superficie de la esfera son idénticos y equivalentes. Mi comentario comienza con las mismas palabras del anterior: Esta
teoría sería aceptable si no estuviera fundamentada sobre un dato falso,
ya denunciado en la portada de este libro: Partir de que el universo es una
superficie esférica constituye una teoría ya desmentida. Los dos grupos de investigación de los proyectos Boomerang
y Máxima, integrados por medio centenar de científicos, han comprobado que el
universo es plano, no una superficie esférica...... (dos años después de que
mi libro “Nueva visión del universo” hubiera ya planteado la planitud del cosmos). Si el cosmos no es una superficie
esférica, la teoría sobra. Un
nuevo intento científico es el conocido como "Creación desde la
nada", que, como su nombre indica, se basa en que, perturbando el
"vacío", que es lo mismo que la "nada" (nuevo error),
aparecen materia y antimateria. Por consiguiente, del vacío podrían aparecer
espacio-tiempo y anti-espacio-tiempo. Pero resulta
que, según ellos mismos, el espacio-tiempo coincide con su "anti", por lo que deducen que espacio-tiempo y vacío
vienen a ser manifestaciones de una sola y misma cosa. Resumiendo: del vacío,
que es la nada, puede surgir el espacio-tiempo. Esta tesis es más ambiciosa y no se conforma con el dónde y cuándo,
sino que busca el cómo, pero también parte de un fundamento verdaderamente
lamentable: la confusión del “vacío” y de la “nada” como conceptos correspondientes
a una misma realidad. Como ya he aclarado en páginas anteriores, una cosa es un
vacío de contenido dentro del espacio-tiempo (pero que obviamente
sigue siendo espacio-tiempo, aunque vacío de contenido), y otra cosa muy diferente
es la “nada”, que se refiere a un absoluto inexistente
(consultar mi libro La otra filosofía). Por lo tanto, si esta tesis la
situamos en el “vacío”, da por resultado que el “espacio-tiempo nace del
espacio-tiempo”, y si la situamos en la “nada”, nada da, porque la nada no
existe. Únicamente existe el Ser. Los científicos defensores de estas hipótesis tienen buen cuidado de
advertir que se trata de simples posibilidades matemáticas, que ni han sido
observadas ni hay datos experimentales que las avalen. El empeño consiste
solamente, según ellos, en dar respuestas científicas a las preguntas que
hasta ahora eran del ámbito de la metafísica (a lo cual añade este autor que
seguirán siendo de la metafísica siempre, por mucho que la ciencia se empeñe
en lo contrario, porque para las ciencias es inabordable lo que, por su
naturaleza, está fuera de su horizonte). ---------------------------------- Esta publicación está destinada
únicamente a interesados particulares. Prohibida la reproducción total
ni parcial por ningún medio. Todos los
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Corrales. |
(Imagen de fondo tomada del reportaje “El
arte de fotografiar”)