I.- El Instante Cero y las 7 Claves del Universo

(última actualización: 10-06-2017)

 

 

Quienes lean este trabajo comprobarán que el volteo que en él se pretende dar a la historia del universo es profundo. Pero creo que para nada hace falta que así lo anuncie, basta con una mirada al índice para que cualquier lector se dé cuenta del alcance de este trabajo. ¿Cómo es posible tanto cambio y todo de un solo golpe?

 

La respuesta es sencilla: mirando al universo, todo son espirales planas, desde las humildes formaciones de las tempestades en el planeta Tierra hasta las inmensas asociaciones de galaxias, pasando por el vasallaje de los sistemas planetarios en torno a la hoguera de sus estrellas. Toda ceremonia del espacio se convoca en forma de espiral. ¿Y el origen? ¿Pudo ser diferente el origen? Por supuesto. El origen no fue también una espiral...... fue el centro de una espiral. El universo no pudo ser otra cosa que una inmensa espiral. Así es que, cambiar el origen es cambiar la realidad desde cero. Esta historia del universo no es que sea novedosa, es que nada tiene que ver con las que se han contado hasta ahora.

 

Según el título, hay dos temas diferentes: el Instante Cero y las Siete Claves, y supongo al lector intrigado, intentando desentrañar a qué se refiere este autor con un trabajo, sobre cosmología, que comienza de esta manera tan peculiar. Pero creo que acabo de justificar el por qué de este título tan fuera de lo común: sencillamente, porque esta historia del universo nada tiene en común con las demás, nada tiene que ver con las que se han contado hasta ahora y que, infaliblemente, siempre acaban todas en los mismos enigmas pendientes de resolver: la atracción de masas, la materia oscura, la curvatura del espacio, la Gran Unificación fallida......

 

La razón de haber partido el título en dos temas se debe a que el universo, en cuanto a sí mismo, en cuanto a construcción, encierra siete claves que voy a intentar presentar de la forma más clara y convincente posible, pero nada de esto sería entendible si hiciese lo que todos hacen: partir de la “nada” en la que apareció, de forma insospechada, el germen por todos conocido, el Big Bang. Esta es la razón de haber partido el título en dos: primero el Instante Cero (ese que nadie explica), y luego las siete claves de la formación y funcionamiento (aquí sólo un brevísimo resumen de cada uno de los siete capítulos).

 

El Instante Cero

 

El fenómeno unitario conocido como Big Bang nunca pudo ser tan “unitario”, porque la aparición de la Singularidad y su Gran Explosión constituyen dos actos distintos que no pueden ser simultaneados en un fenómeno único. El Ser (en este caso la constitución de la Singularidad), obviamente, es anterior a cualquier manifestación del Ser (la “explosión” de la Singularidad).

 

El instante cero, por tanto, no puede ser situado en el momento de la pretendida explosión, pero es que tampoco ha de situarse en el instante previo ya dicho, el instante de la aparición de lo que luego explosionó, porque esto supondría un auténtico milagro: el de la aparición de algo desde la nada. En la finitud (el cosmos) no existe “cosa” que no haya sido causada, por lo cual, el propio cosmos entero también fue causado.

 

ü             El Instante Cero, anterior a la aparición de la Singularidad, hay que situarlo en la causa eficiente que, necesariamente, estuvo en el origen de todo. De la nada, nada surge (a pesar de que la ciencia piensa lo contrario en ocasiones, debido a que confunde los conceptos de “nada” y “vacío”) (capítulo II)

 

Causa eficiente, o agente, como su nombre indica, es el autor, es decir, la inteligencia que crea un proyecto conforme a un fin determinado, y que es, por lo tanto, superior y exterior a la cosa creada. Esto, para la ciencia, nada significa (por razones obvias), y se obstina en hallar esta causa inicial del universo en el propio universo, de manera que jamás la hallará. Para la filosofía y para el común de la gente, sin embargo, ese agente causal imprescindible es bien conocido, es el Ser Infinito (Dios) que ha donado la existencia a la finitud (el universo).

 

Las 7 claves del universo

 

Realmente no son siete las claves, realmente son dos más cinco, lo cual suma siete, efectivamente, pero es que no todas son de la misma trascendencia. Hay dos (La Espiral Plana y el Espacio Expansivo) que son la base que explica, por si misma, todo lo que se pueda decir sobre el cosmos, y luego hay otras cinco, igual de novedosas, pero que son la consecuencia natural de las dos primeras. Sin embargo y para atenerme al orden cronológico, las voy a presentar en el mismo orden en el que fueron produciéndose esos siete pasos en el proceso de construcción, que es el mismo orden en el que se sucederán los siete capítulos sobre cada uno de ellos. Aquí se trata solamente de un breve resumen de presentación.

 

1.             La Singularidad “Invisible”

En cuanto a la naturaleza de la Singularidad, es preciso derribar la torpeza, tan reiterada en el ámbito académico, de concebirla como una “partícula”, después de haberla definido como un simple “punto matemático”, porque esto constituye una rotunda contradicción. Un punto matemático es una realidad virtual, invisible, y una partícula es una realidad física, siempre detectable de alguna forma.

 

ü            La Singularidad, forzosamente, consistió en una concentración de pura energía, por la obvia razón de que la energía es lo primero en el mundo físico, es la fuente de cuya integración resulta la materia, de forma que no cabe suponer la existencia de “partículas”, de ninguna índole, sin la existencia previa de su fuente, la energía.

 

ü            Por otra parte, sólo la energía cumple la condición de poder ser situada en un punto virtual, matemático, invisible, como la propia ciencia concibe a la Singularidad, puesto que la energía consiste en pura potencia, pura capacidad de producir efectos, pero no detectable en sí misma (capítulo II).

 

2.             La Singularidad Material

Efectivamente, la energía es la fuente del mundo físico, pero sin éste, sin el mundo físico que constituye su manifestación, es algo parecido a no ser nada. Resulta difícil imaginar en qué consiste una pura potencia o capacidad de producir efectos si no los produce. De hecho, la energía siempre se manifiesta físicamente, y en este caso también lo hizo.

 

ü            De forma casi instantánea (según la ciencia, en milésimas de segundo) la energía de la Singularidad hizo su primera manifestación cuántica en las llamadas partículas elementales o subatómicas: protones, neutrones y electrones, que constituyen las partes primeras e indivisibles de la finitud, y que se hallaban sometidas a una presión y temperatura inimaginables.

 

3.             El Gran Desencadenamiento

Según la ciencia, la violentísima presión y temperatura del origen provocó su explosión y consiguiente expansión. Pero lo que la ciencia no dice (porque, según parece, no ha tenido suficiente tiempo para pensarlo) es que un universo plano precisa, sí o sí, de una expansión plana, y una expansión plana precisa, sí o sí, de un origen en rotación sobre su eje. De la explosión de un origen estático solamente puede surgir un universo esférico, y el nuestro no lo es.

 

ü            Esa primera manifestación de la Singularidad en materia cuántica, por el mismo fundamento que hacía posible que estuviera sometida a presión y temperatura violentísimas, también, por ese mismo fundamento, era posible que estuviera sometida a un violentísimo movimiento (más rápido que la luz) de rotación en torno a su centro. Si posible era lo uno, posible era también lo otro, por muy difícil que resulte pensar todo esto a escala cuántica.

 

Tal y como lo anuncié al mundo en la publicación de mi libro (1999) y fue ratificado, dos años más tarde, por los proyectos científicos Boomerang y Máxima, el cosmos no es una esfera, el cosmos es plano, luego no pudo tratarse de una “Gran Explosión” (Big Bang), porque lo que explosiona lo hace en todos los sentidos radiales y produce una esfera, y el cosmos no es ninguna esfera. Se trató del Gran Desencadenamiento de una rotación en su plano ecuatorial (capítulo IV).

 

4.             La Espiral Plana (una de las dos claves básicas)

“...... Mirando al universo, todo son espirales planas, desde las humildes formaciones de las tempestades en el planeta Tierra hasta las inmensas asociaciones de galaxias, pasando por el vasallaje de los sistemas planetarios en torno a la hoguera de sus estrellas. Toda ceremonia del espacio se convoca en forma de espiral”

 

Con estas palabras he inaugurado el capítulo, porque fue de estas imágenes de un universo lleno de espirales, de donde arrancó la idea central de este libro. Si el cosmos no podía ser la esfera resultante de una explosión, si tenía que ser forzosamente plano ¿Qué otra imagen más certera que una inmensa espiral plana, idéntica a todas las demás que gesta dentro de su propio seno? (capítulo IV)

 

ü            Sólo una espiral, engendrada por el Gran Desencadenamiento de la rotación inicial en su mismo plano, es capaz de construir el universo plano en el que habitamos.

 

5.             El Espacio Expansivo (la otra clave básica)

La creencia generalizada de que el espacio-tiempo va siendo “creado” por la expansión del universo, constituye un error conceptual grave. Entre el universo y el espacio-tiempo no hay ninguna relación causa-efecto, sencillamente porque los dos son la misma y única “cosa”. Hablar de espacio-tiempo es lo mismo que hablar de universo. Todo ello estaba ya contenido (virtualmente) en la energía de la Singularidad inicial y todo ello ha ido, simplemente, fluyendo dentro de su propio seno (capítulo III).

 

ü            El espacio-tiempo no es algo que va siendo “conquistado y añadido” por una expansión que se extiende “hacia fuera”, porque fuera nada existe donde “extenderse”. El espacio-tiempo (el universo) va distendiéndose, desplegándose dentro de su propio seno.

 

6.             Las Rotaciones

En la formación de todos los movimientos rotatorios (astros alrededor de su eje, sistemas alrededor de su centro....) no interviene ninguna supuesta “atracción de masas”, jamás demostrada, como tampoco es suficiente la deformación einsteniana del espacio para explicarlos. Los movimientos rotatorios son engendrados por la divergencia de los radios curvos de la expansión.

 

ü            En una espiral plana, los radios, además de curvos, son divergentes, y es esta divergencia la que engendra en su seno, de forma natural y sin intervención de ninguna clase de fuerza, todos los movimientos rotatorios conocidos (capítulo V).

 

Dije antes que la expansión en espiral plana es una de las dos claves básicas, y aquí tenemos el resultado, un resultado que va bastante más allá de lo que a primera vista parece, porque “engendrar todas las rotaciones conocidas”, quizás el lector no caiga en la enorme trascendencia que conlleva.

 

ü            Que la curvatura de la espiral sea la causa de la formación de todas las rotaciones, es lo mismo que decir que en la curvatura de la espiral está contenida la Gran Unificación, tan buscada y tan fallida para la ciencia. Porque “todas las rotaciones” son todas, desde las partículas subatómicas hasta los inmensos sistemas, hasta hoy “movidos” por cuatro fuerzas “ad hoc”, llamadas “fundamentales”.

 

7.             La Inercia Gravitatoria

Acabo de escribir que la divergencia de los radios curvos de la expansión genera las rotaciones; pero se produce un segundo fenómeno consecuencia de éste: dichas rotaciones, a su vez, al avanzar por los radios, interfieren en la dirección forzosa de los propios radios expansivos por los cuales navegan. El resultado de este “desencuentro” entre expansión y rotaciones será explicado en el capítulo VI. Solamente adelantar que:

 

ü            La combinación de ambos movimientos, expansión más rotación, produce una resultante ondular que avanza alrededor del radio de expansión; forma ondular que provoca la aparición de inercia que presiona a la masa, o al sistema, a precipitarse sobre su centro de rotación (gravedad).

 

-- o --

 

Si a un edificio se le cambian los cimientos, puede ya modificarse el edificio entero. Y eso es lo que ha buscado este autor: un origen más coherente con el universo que conocemos. ¿Por qué este empeño? Si a estas alturas todo hubiera sido ya cabalmente explicado y probado, sobraría este intento. Pero las oscuridades que presenta la explicación actual, en tantos y tantos temas, son reconocidas por los propios científicos, que no dudan, por ejemplo, en calificar a la gravedad de enigmática y nunca suficientemente conocida, tan desconocida como su portador, el gravitón, ya bautizado antes de haber venido al mundo. Hasta la fecha nadie ha sido capaz de probar su existencia.

 

Urge, pues, desechar ideas básicas que son erróneas y que enmascaran la naturaleza misma del universo. Con un espacio que se expande “hacia fuera”, por poner un ejemplo más, poco puede avanzar la astrofísica, porque esto presupone la existencia de algún tipo de realidad exterior que nos “rodea”. Y el problema no consiste sólo en ese error, el problema consiste en las consecuencias de ese error, porque una expansión así concebida, conduce a la ciencia a concebir el espacio como una naturaleza muerta, estática, conquistada fuera y añadida dentro, en vez de concebirlo como lo que es, como un espacio vivo que fluye en su propio seno y genera movimientos.

 

Es este tipo de errores tan básicos, quizás difíciles de detectar con ecuaciones matemáticas, pero tan evidentes para la mirada de la filosofía, lo que me ha motivado a internarme en estos caminos, que no son los míos. En esta nueva visión que propongo, el desencadenamiento de la energía inicial generó un universo mil veces más sencillo y coherente, capaz de explicarse por sí mismo, autosuficiente, generador de todos los movimientos conocidos sin intervención de fuerzas extrañas.

 

Sin embargo, al llegar a este punto, creo adivinar el pensamiento del lector. ¿A dónde pretende llegar este autor? Parece que se hace necesario adelantar una aclaración: este vuelco que propongo no implica que niegue las leyes que han regido hasta ahora los movimientos y que seguirán rigiéndolos. El comportamiento del universo, dentro de mi teoría, sigue siendo el que era, el de siempre, el que es. Las leyes siguen cumpliéndose. Lo que este “vuelco” se atreve a proponer es que las causas y las explicaciones de ese comportamiento y de esas leyes no son, en absoluto, las que se nos venían contando. La audacia de este trabajo consiste en proponer la gran novedad que explica, por sí sola, todo el funcionamiento del universo:

 

Los movimientos espontáneos del universo no son producto de fuerzas específicas, son generados por un espacio que se despliega dentro de su propio seno, según los radios curvos y divergentes de una espiral plana. Con conocer esto, se conoce al universo.

 

Es de suponer que la voz interior de cada cual le avisará que esto resulta excesivamente revolucionario, así, todo junto y tan de pronto. ¡Si al menos lo hubiera firmado un astrofísico....! Me hago cargo. Esa postura inicial de recelo es comprensible. Aquí no se emplean desarrollos matemáticos, aquí tiene la osadía de firmar todo esto un filósofo, y empleando razonamientos lógicos. Por eso creo que se impone recordar otros casos de similar “osadía”.

 

o              Las auténticas barbaridades que, para la ciencia de su tiempo, dijeron Copérnico o Galileo estuvieron a punto de llevar a la hoguera a éste último.

o              Pero también hay ejemplos recientes de personajes que, incluso siendo ajenos al mundo de la ciencia, han dejado sus nombres en la historia de la cosmología. A Herschel, profesor de música, le hicieron justicia enseguida, no tuvieron otro remedio, porque, entre clase y clase de solfeo, descubrió el planeta Urano.

o              Y en el caso contrario, también hay ejemplos: Bondi, Gold y Hoyle, tres insignes científicos, se atrevieron a firmar una teoría, llamada del “mundo estacionario” que resultó ser tan novedosa, en su día, como infundada y desacreditada hoy.

 

Antes de cerrar esta primera toma general de contacto, es preciso hacer caer en la cuenta de algo que es primordial: no hay peor enemigo de la verdad que aquella construcción mental, aquella tesis o propuesta que se disgrega en infinidad de fundamentos y causas externas, que se pierde en excesivas líneas de investigación, que a fuerza de buscar motivos que la avalen, acaba por resultar difusa.

 

ü             La verdad suele casi siempre ser muy simple, porque por definición, la verdad responde al concepto de lo que es “uno”, de lo que no tiene partes ni consideraciones ni puntos de vista. Es por eso que, cuanto más unitaria y simple es la base de una teoría, más visos de ser acertada y real tiene.

 

Siento no saber dónde he leído una exposición de Einstein que decía, de forma casi calcada, esto mismo que aquí acabo de afirmar…. o para ser más exacto y guardar el debido respeto, esto que ahora afirmo viene a ser calcado con lo que Alberto Einstein dijo mucho antes que este autor, aunque bien sabe Dios que no le he robado la idea, que ya era mía desde antes de leerlo.

 

Para finalizar, solamente me resta dejar constancia de que no dudo y acepto que, a lo largo de este trabajo, habrá errores y habrá imprecisiones a los ojos de la ciencia, debido a lo amplio y atrevido de su contenido, y también, claro, a que no soy científico. Pero siempre serán errores o imprecisiones “puntuales”, como ahora se dice. No lo dudo y lo acepto. Pero con la misma sinceridad mantengo que, errores particulares al margen, su fondo conceptual se ajusta a la realidad, y así será reconocido más pronto o más tarde por la ciencia. Me atrevo a vaticinar que será reconocido, exactamente igual a como ya han sido reconocidas la forma plana del universo y el mito inexistente de la atracción de masas.

 

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© Gregorio Corrales.

 

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(Imagen de fondo tomada del reportaje “El arte de fotografiar”)